Actualizado 26/06/2015 14:29

Cómo motivar a los niños en el esfuerzo

Los padres son el espejo de los hijos
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Hace solo lo que le apetece, se queja cuando algo le cuesta, no consigue estar sentado más de 10 minutos en su mesa haciendo los deberes* ¡qué poco se esfuerza! No desesperemos. Hay que ponerle metas, hacerle comprender el placer que proporciona terminar la tarea bien hecha y sobre todo, predicar nosotros con el ejemplo.

En la medida en que nuestro hijo observe que nosotros también nos esforzamos en el trabajo y en otras ocupaciones y actos de la vida diaria, ellos también se esforzarán. Al menos, estarán en buen camino.

Los padres son el espejo donde se miran los hijos

El 90% de los niños en edades comprendidas entre 6 a 12 años ven a sus padres como un ejemplo a seguir a la hora de esforzarse, según concluye un estudio sobre "el Valor del Esfuerzo" realizado por la organización internacional Aldeas Infantiles SOS. Los padres, además de ser un referente a la hora del esfuerzo, son los que más  felicitan a sus hijos por sus logros, y son también los que más les animan a no ser perezosos. También los profesores cumplen con este papel.

El mejor momento para educar a los niños

Entre los 7 y los 12 años se encuentra la etapa ideal para educar en el trabajo y en el esfuerzo. A esta edad, transcurre el Período Sensitivo de estos valores, y es el momento para que los hijos se esfuercen para que adquieran los hábitos con mayor arraigo y naturalidad, según afirman José Antonio Alcázar y Fernando Corominas en su libro "Virtudes Humanas".

Pero para que el trabajo y otras actividades de la vida sirvan como medios de educación, tenemos que dar prioridad a la persona, a nuestro hijo, no al resultado final.  Importa más su trabajo y esfuerzo, en lugar del nivel objetivo alcanzado, aunque una cosa llevará a la otra.

Por lo tanto, es preciso ofrecerles las razones de su trabajo, despertando en ellos la satisfacción de la obra bien hecha. Además, hay que trabajar bien, lo que conlleva el esfuerzo y el ejercicio de la fortaleza. Solo lo bien hecho, educa. Si no hay esfuerzo, no es posible adquirir virtudes.

La fuerza de voluntad da felicidad

Una voluntad fuerte es un elemento imprescindible de felicidad y muchos jóvenes carecen de esa fuerza de voluntad porque han sido educados en una atmósfera de permisivismo, fruto de un mal sentido de la libertad. Por otro lado, tampoco una educación basada en la pura obligación y el deber, favorece una personalidad equilibrada. Debemos hacer descubrir a nuestro hijo que cuando nos esforzamos en hacer una cosa bien, en obedecer, en terminar la tarea, nos encontramos bien por dentro y el resultado es mejor.

Otras veces, los padres con un cariño mal entendido, pretenden evitar a sus hijos las dificultades de la vida. Los protegen y sustituyen, llevándoles sin darse cuenta hacia una vida cómoda sin exigencias, donde por poco o nada de esfuerzo consiguen todo lo que quieren. Más que proteger a los niños para que no sufran, se trata de acompañarles para que puedan superar el sufrimiento, ayudándoles a no tener miedo a los riesgos y fracasos.

En el día a día de la convivencia familiar y mediante pequeños esfuerzos adecuados a su edad y personalidad, podemos hacer de ellos personas acostumbradas a enfrentarse y superar las dificultades que exijan empeño y esfuerzo, además de reconocerles y valorar positivamente cuando se han vencido en algo que les costaba esfuerzo.

Cómo animar a esforzarse a tu hijo

La mejor herencia para ellos consiste en dotarles de capacidad para valerse por sí mismos, que sean capaces de ser útiles a la sociedad, entre sus compañeros, dando alegrías a sus padres.

Por lo tanto, no hay que tratarles siempre como a niños. Cada edad y personalidad debe ir acompañada de una responsabilidad, y en esa tarea se debe esforzar. Por otro lado, es de vital importancia que en casa haya orden y exigencia. "Hijo, si has empezado a ordenar tu cajón, lo terminas"; "No puedes jugar al parchis hasta que no hayas terminado los deberes"; "Debes esforzarte todos los días en dejar los zapatos ordenados y en su sitio"; "Esfuérzate en no quejarte a la primera, aguántate un poco".

Además, no debemos permitir que se acostumbren a hacer en cada momento lo que les apetece y no lo que deben (muchas veces siguiendo nuestro propio ejemplo). A veces, convendrá renunciar a cosas buenas para robustecer nuestra voluntad, e ir alcanzando la madurez, por ejemplo, dejar el último bombón al amigo, terminarse el plato de verduras... Otras veces, interesará crear las ocasiones, como por ejemplo una excursión en la que se ande mucho.  

Hay que trabajar bien, lo que conlleva el esfuerzo y el ejercicio de la fortaleza. Solo lo bien hecho, educa. Si no hay esfuerzo, no es posible adquirir virtudes.

Conductas características de un vago

Maite Mijancos, autora del libro Inteligencia emocional y felicidad, actualmente directora de Escuela de Familia del grupo Identitas, asesora familiar y profesora, nos preavisa de cuáles son las conductas que tiene un niño vago:

1. Sólo realiza actividades que no exijan esfuerzo.

2. No se exige perfección en lo que hace: apuntes, encargos, deberes...

3. No lucha cada día contra los defectos que tiene y que conoce perfectamente.

4. Se deja vencer por el desánimo.

5. No entiende el valor positivo del sacrificio, cuando, por ejemplo, tiene que quedarse a atender a un hermano.

6. No cuida los pequeños detalles.

7. No piensa las cosas antes de hacerlas.

8. En ocasiones, no tiene nada que hacer.

9. No cumple un horario.

10. No cumple los compromisos.

12. Revela los secretos que le confían.

13.Empieza una actividad, aunque sospecha que no la va a terminar.

14. No asume responsabilidades.

Tiene falta de esfuerzos si...

Podemos decir que a nuestro hijo le flaquea la voluntad o el esfuerzo cuando no se enfrenta a los pequeños detalles de la vida, cuando ha perdido voluntad para la lucha, cuando no tiene capacidad de sacrificio, cuando no tiene afán de superación y ha caído en una especie de mediocridad, desorden y dejadez.

Patricia Palacios

Asesoramiento: José Antonio Alcázar y Fernando Corominas en su libro Virtudes Humanas.

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