A veces pensamos en el cerebro como el órgano en el que se almacena el conocimiento: las matemáticas, las ciencias, la historia* Pero es mucho más. Cuando educamos a nuestros hijos y les inculcamos hábitos, valores y virtudes, su cerebro se está transformando para asimilar esos nuevos conocimientos.TextoCuando traemos a un hijo al mundo, los padres nos convertimos en sus primeros y principales educadores. Los queremos de forma incondicional, y ese cariño es el artífice de su maduración. Educar a una persona es "sacar a la luz" toda su potencialidad y sus talentos singulares en los que destaca, con los que puede ayudar a los demás.Pero, al final, todos tenemos que aprender a pensar con claridad, armonizar cabeza y corazón, y hacer buen uso de la libertad personal. Todo ello para aprender a amar. Y esto requiere conquistar buenos hábitos que consoliden y formen el carácter y la personalidad de cada uno.Vimos en el número anterior (Hacer Familia abril 2018, n290) que el aprendizaje se realiza en los primeros años de la vida mediante la curiosidad del niño y la capacidad de sorprenderse: su principal motor que guía el conocimiento. La realidad les llega por la experiencia perceptiva sensorial, que es la forma en que conoce mejor las cosas. También es importante la interactuación con la madre y el padre, que es fuente de seguridad. Esto le permite emitir mensajes, ver cómo responden, captar los suyos, y responder a su vez* Así va aprendiendo muchas cosas. Como este patrón se repite en reiteradas ocasiones, va formando una estructura sólida de cariño y seguridad donde asentar habilidades y conocimientos en el futuro.También aprende a través de sus propias acciones. Al principio son más básicas: tratan de conocer el entorno y de controlar los movimientos de su cuerpo. Luego, por el desarrollo de hábitos operativos desde pequeños. Cuando son recién nacidos, con los horarios de sueño, las comidas, la higiene, los paseos, etc. Y cuando van creciendo, con otras actividades diarias y la relación con las personas se van formando hábitos. Siempre se fijan en sus padres y tratan de imitarlos en todo.Es vital explicarles lo que está bien y lo que está mal para que lo vayan interiorizando y tengan un referente a la hora de actuar. Sembrar buenas ideas, aunque parezca que no las entienden.