La transición energética implica pasar de un modelo basado en combustibles fósiles altamente contaminantes, como el carbón y el petróleo, a fuentes de energía limpia y renovable, como la solar, eólica y hidroeléctrica. Este cambio no solo reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también disminuye la dependencia de recursos no renovables y promueve la creación de empleo en el sector de energías limpias.