La destreza con el lápiz depende, en gran medida, de la capacidad grafomotriz. Gracias a la grafomotricidad los niños pueden seguir los trazos escritos. Se puede comenzar dándole instrucciones muy amplias: como por ejemplo, seguir una superficie grande con el dedo o con el lápiz (dentro de una silueta, fuera de una silueta) para después pasar a trazos más definidos.