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María Solano

Cómo celebramos el cumpleaños de nuestros hijos

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Se acerca peligrosamente la época de los cumpleaños. A los padres les asaltan muchas dudas porque las modas han cambiado y las fiestas infantiles ya no se parecen a aquellas de burbujeante naranjada y sándwiches de chocolate que vivimos en nuestra infancia. Sin embargo, antes de entrar en la espiral de las celebraciones, merece la pena detenerse a pensar en el objetivo último de esta fiesta.

1. ¿Toda la clase o unos pocos?

Uno de los grandes cambios en la celebración de cumpleaños es que ahora es muy frecuente que se invite a todos los niños de la clase, sin distinguir entre más y menos amigos. La costumbre se ha consolidado bajo la idea de que, de esta manera, ningún niño se siente rechazado. Por un lado, tiene su sentido puesto que, en niños muy pequeños, la amistad no es real sino que se reduce a compartir juegos, tal como nos explica María Campos, directora de las escuelas infantiles NClic, en la revista Hacer Familia de este mes.

Cumpleaños de niños: cómo los celebramos
Foto: ISTOCK 

Por otro lado, no enfrente a los niños al hecho de que, aunque se tienen que llevar bien con todos, es normal que cada uno desarrolle sus preferencias y el trato sea más reconfortante con determinados niños. Esta circunstancia es crucial para gestionar la educación en materia de acoso escolar: el hecho de que no tengamos el mismo trato con todos los niños no es una forma de bullying. Solo lo es si hay agresiones verbales o físicas. Pero los grupos de amigos son normales.

2. ¿En casa o en un local?

La proliferación de negocios específicos dedicados a la celebración de cumpleaños ha facilitado a los padres la gestión de estos encuentros. No solo ofrecen la merienda sino que disponen de un espacio lúdico libre de peligros. Aunque el precio por cada niño no es económico, a muchos padres les merece la pena para evitarse las molestias ocasionadas por la "invasión de una horda de niños" en su casa.

Si nos decantamos por un modelo tradicional de cumpleaños doméstico, conviene simplificar el menú. No es una boda y no es obligatorio dar de comer y beber a los padres. Los niños son los protagonistas y prefieren el chocolate y las patatas fritas a las tapas elaboradas. Tendremos que plantear de antemano un repertorio de juegos en grupo adecuados a su edad. Si los niños se lo están pasando bien, es poco probable que se comporten de manera inadecuada. Para solventar este problema, si escasea nuestra imaginación, hay una amplia oferta de animadoras infantiles que nos pueden ayudar.

3. ¿Regalos, hucha, la entrada?


Una corriente que se impone con fuerza es la de evitar que cada niño traiga un regalo al cumpleañero.


El sistema se ha extendido por la proliferación de la invitación a toda la clase, que supone juntarse con más de veinte presentes que el niño no necesita. Por eso se ha puesto en práctica el sistema de la hucha: los invitados ponen una cantidad acordada por todos los padres de la clase para todos los cumpleaños por igual, cantidad siempre inferior a la que habría costado un regalo, y los padres del niño del cumple se encargan de comprar algo que quisiera de verdad.

El sistema simplifica mucho la asistencia a los cumpleaños y garantiza que el regalo va a ser el adecuado, aunque algunas voces críticas apuntan a que resulta poco natural. En algunos grupos se impone otro mecanismo que cuenta con abundantes detractores: como las celebraciones se suelen hacer en un local, cada padre paga su entrada directamente. El cumpleaños queda en parte desnaturalizado puesto que ya no es una invitación sino la confluencia de alumnos en un espacio y tiempo determinados.

4. ¿Qué hacemos con los padres?

Cuando los cumpleaños se celebraban en las casas, tradicionalmente los padres llevaban a los niños, se marchaban, y volvían a recogerlos a la hora pactada. Ahora, hay muchos que prefieren quedarse para ver a sus hijos o asistirlos en caso de que lloren o demanden atención. Los cumpleaños son una buena ocasión para que los niños vayan adquiriendo autonomía, aprendan a resolver sin ayuda pequeñas situaciones y se enfrenten a conflictos entre iguales. Quedarse para ayudarlos es una oportunidad perdida para fomentar estas capacidades.

Si somos nosotros los que organizamos el cumpleaños, tenemos que cuidar algunos detalles, como anotar los números de teléfono de los padres que se marchan, estar muy atentos a los niños con alergias u otras patologías y saber que, incluso aunque lloren un rato al principio, suelen pasarlo de maravilla pasados unos momentos.

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