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ENTRE LÍNEAS
Antonio Vázquez

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Tan iguales y tan distintos. Así somos la mayoría de los matrimonios. Con alguna frecuencia, al encontrarnos en medio del bucle de una borrasca, de esas que pueden surgir en cualquier edad, muy pronto se nos antoja pensar que "lo nuestro" no tiene parangón con nadie. Él y yo; ella y yo, somos así, y lo que nos ocurre a nosotros no le pasa a nadie*por eso, lo nuestro tiene difíciles posibilidades  de mejora.

Los conflictos que pueden aparecer en nuestras relaciones conyugales, nos parecen originales y extraños porque quien tenemos enfrente, nos parece un personaje desconocido que surge ahora en un escenario que jamás imaginamos. Llegamos entonces a la conclusión de que nuestra situación es absolutamente inédita. Nada es comparable. Los remedios que en otros casos pueden tener cierta eficacia en el nuestro serán inútiles.

Traigo este tema a estas páginas porque he gastado y continúo gastando muchas horas tratando de convencer a las parejas de que no están solos en la selva. Como mucho en un zoológico. Que lo suyo es muy similar a lo que le acontece a la mayoría de los matrimonios y por tanto, que tienen una solución más sencilla de lo que tantas veces se imaginan. Sencilla no quiere decir fácil. Será necesario que den un paso al frente. Para ello, después de haber estudiado a cada uno, suelo coger al que más peso específico tiene, y le digo a solas: esto te ha tocado a ti sacarlo adelante y además, lo sacarás.

Tu puedes arreglar tus conflictos de pareja
Foto: THINKSTOCK 

Alguien puede decirme que eso es injusto: uno de ellos recorre cien kilómetros mientras el otro permanece quieto. No es así. Alguien tiene que tomar la iniciativa. Ya le llegará al otro su momento.

No somos ni tan excepcionales, ni tan estandarizados. Es cierto: entre los millones y millones de seres humanos que han existido y existirán, no ha habido nunca uno igual al otro, ni lo habrá. Esta consideración podría llevarnos a todo un tratado de metafísica con suficiente contenido para replantear nuestra vida...esto nos conduciría muy lejos. Si no hay dos personas iguales, la resultante de la unión necesariamente ha de ser singular.


Cada matrimonio es distinto y evoluciona de manera diferente a lo largo de su trayectoria, de forma que, lo que ayer parecía multicolor, hoy es de un asombroso tinte gris.


Junto a esta percepción bastante certera, existe otra no menos exacta: el denominador común de nuestra situación resulta a veces clamoroso. Cualquier persona que esté acostumbrado a escuchar las dificultades que tiene un matrimonio en su convivencia, podría certificar esta conclusión. Es cierto que hasta llegar al núcleo duro del problema, existe un largo recorrido donde se tiene la sensación de atravesar una selva.

Hay plantas de todas las familias de la botánica que se entrecruzan y parecen cortar el paso a la vez que se escuchan ruidos de mil animales distintos, que forman una algarabía; en fin, adornos más o menos vistosos que al llegar al punto de origen del problema, es bastante parecido en todos los matrimonios.

De ahí que resulte tan interesante saltarse la anécdota última que nos puso de los nervios y buscar el "orto rerum" que decían los latinos: el origen de las cosas, porque es allí donde ha de buscarse el arreglo.

Con todo, hoy quería recordar un viejo refrán: dos no riñen si uno no quiere. Con que uno de ellos, el marido o la mujer estén dispuestos a sacar el matrimonio adelante, la situación se reflotará.

Se puede pensar que es una situación en la que se convierte en víctima a una de las partes. Tampoco hay que dramatizar tanto. El bien es difusivo y si el marido o la mujer se dispone a pasar por encima de los arañazos más o menos profundos que se producen en la convivencia y con cierto espíritu deportivo y voluntad de triunfo, se contesta a cada "coz" con una sonrisa...antes o después todo se arregla. Y se arregla mucho mejor que lo que nunca se soñó. Conozco casos en que uno de los cónyuges tomó la resolución de sobreponerse a la adversidad  y no necesitó mucho tiempo para que el otro se viera abrumado. Se lo había ganado hasta tal punto que le ponía en un pedestal.

¿Y si en el peor de los casos eso tardara mucho en llegar? Quien actúa con esta rectitud de intención paladeará una íntima satisfacción que no se la podrá quitar nadie. Puede estar pasándolas negras, pero en el fondo, el bien deja un sabor en el paladar que nada puede igualar.

Además, seamos prácticos. ¿Qué sacamos de provecho contestando al otro con un alud de improperios? El desahogo momentáneo, puede compensarnos un instante, pero, al día siguiente: ¿qué?... ¿hemos adelantado algo? ¿Nos encontramos más a gusto y felices que ayer?

Lo dicho: uno de los dos puede sacar adelante su matrimonio.

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