Crecer supone adaptarse a
horarios y a diversas
rutinas. El descontrol de los primeros años de vida poco a poco se va apaciguando y los pequeños acostumbran a seguir determinados pasos en su día a día. Un buen ejemplo es la hora de irse a
dormir, la cual es inmutable y que se impone con el fin de asegurar un buen descanso a los más pequeños de la casa.