La cultura del esfuerzo en la educación infantil
La cultura del esfuerzo en la educación infantil - THINKSTOCK

Desde que nuestros hijos son pequeños, los padres les debemos ir trasmitiendo la importancia de esforzarse por realizar lo mejor posible cada encargo, cada actividad que realicen. Este es el modo de que interioricen el valor del trabajo bien hecho y el camino adecuado para prepararles de cara al futuro cuando tengan que empeñarse por sacar sus estudios, trabajar en una empresa o involucrarse en la sociedad.

¿Qué ven los niños en la sociedad que les rodea?

Vivimos en una sociedad del bienestar y el consumo, que constantemente nos está vendiendo la idea contraria a la necesidad de esfuerzo. Parece que la comodidad y el confort se pueden alcanzar sin trabajo, e incluso que estén reñidos con el valor del esfuerzo. Esta idea supone un coste que afecta de forma especial a los niños y a los jóvenes.

Observamos que los más pequeños presentan una incapacidad alarmante para soportar esfuerzos, que supone consecuencias muy negativas para la persona como sentimientos de impotencia y conformismo; la no valoración de las cosas y, consecuentemente, la incapacidad de disfrutar de ellas y la falta de entusiasmo.

Estos factores pueden desembocar en conductas de riesgo como el consumo de sustancias asociadas a la obtención de placer fácil, es decir, drogas, o bien para poder soportar el esfuerzo que supone la realización de determinadas actividades: ir de marcha sin cansarse, comer sin engordar, etc.

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Cómo hacer crecer en los niños la capacidad de esfuerzo

Una tarea urgente para hacer de los niños personas que sepan afrontar las dificultades, consiste en enseñarles el valor del esfuerzo, la necesidad de una fuerza de voluntad firme. Entre los 6 y los 12 años, los niños se encuentran en un momento decisivo de su vida. Es la etapa en la que hay que comenzar a desarrollar las principales virtudes. Es el momento de educarles en la generosidad, ayudarles a ser trabajadores, sinceros, etc. Y, por supuesto, es cuando se da el pistoletazo de salida para crear en ellos la capacidad de esfuerzo.

1. Encargos y tareas. Para iniciar a los hijos en este proceso, podemos empezar por mandarles pequeñas tareas y encargos dentro del propio hogar, para que se vayan acostumbrando a obedecer y a sentir la satisfacción del trabajo, pero mejo del trabajo bien hecho. Así, cuando llegue la hora de incorporarse al mundo profesional, tendrán ya la costumbre convertida en hábito y posteriormente en virtud, y sabrán organizar y administrar el tiempo, para poder hacer lo que sea necesario, sin poner pretextos para dejar de realizar lo que les corresponda.

2. Estudio y deberes. Pero en esta etapa de sus vidas, su verdadero trabajo es estudiar, colaborar con sus padres y hermanos, así como ayudar a familiares y amigos. Deben esforzarse en prepararse muy bien para el futuro, aprovechando todos los medios a su alcance, procurando cada día aspirar a alcanzar un peldaño más en sus obligaciones. De acuerdo a su condición de estudiantes deben aprender a hacer lo que se les mande sin tratar de esquivarlo o buscando disculpas, incluyendo los deberes que llevan a casa. Por lo tanto, debemos centrarnos en trabajar con ellos la fortaleza, que les permitirá enfrentarse a cualquier dificultad y no temer a los retos.

Trabajo y esfuerzo con el ejemplo de los padres

1. Educa en el esfuerzo con el ejemplo. Como todo en la vida, la mejor lección es la del ejemplo. Así, en la medida en que nuestros hijos observen cómo nosotros también nos esforzamos en el trabajo o en otras ocupaciones, ellos también se esforzarán. Al menos, estarán en buen camino.

El 90% de los niños en edades comprendidas entre 6 a 12 años ven a sus padres como un ejemplo a seguir a la hora de esforzarse y trabajar bien, según concluye un estudio sobre "el Valor del Esfuerzo" realizado por la organización internacional Aldeas Infantiles SOS. Los padres, además de ser un referente a la hora del esfuerzo, son los que más felicitan a sus hijos por sus logros, y son también los que más les animan a no ser perezosos; también los profesores cumplen con este papel.

2. Aprovecha el periodo sensitivo de inculcar valores. Es en este momento cuando los niños se encuentran en la etapa ideal para educarles en el trabajo y en el esfuerzo. En esta edad transcurre el período sensitivo de estos valores, y es el momento para que los hijos se esfuercen, para que adquieran los hábitos con mayor arraigo y naturalidad. Por tanto, debemos luchar y evitar la formación de una personalidad débil, caprichosa e inconstante, propia de personas incapaces de ponerse metas concretas y cumplirlas.

3. De menos a más. Si no les enseñamos a luchar y esforzarse a menudo en cosas pequeñas, tienen el peligro de convertirse en no aptos para cualquier tarea seria y ardua en el futuro; y la vida está llena de este tipo de tareas. Pero siempre recalcando la idea de que importa más su trabajo y esfuerzo, que el objetivo alcanzado, aunque una cosa llevará a la otra. Por lo tanto, es preciso ofrecerles las razones de su trabajo, despertando en ellos la satisfacción de la obra bien hecha.

Fátima Calzado

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