Secretismo, negación, mutismo, incógnitas. Los secretos pueden ser saludables, alzándose como una forma de distinguir los límites entre padres e hijos o de promover el vínculo entre algunos miembros de la familia. Pero, en otras ocasiones, el ocultamiento genera un estado incómodo de negación y silencio que queda entretejido en muchas de las dinámicas familiares. El ocultamiento, por regla general, se asocia con una menor satisfacción y compromiso en la relación, reduciendo la confianza e incrementando el conflicto. Guardar un secreto puede ser estresante y tener consecuencias en el bienestar físico y psicológico de la persona que lo guarda. Asimismo, impacta en la vida de aquellos que quedan excluidos. Su repercusión se extiende más allá afectando también a la relación entre el sujeto que conoce la información reservada y el potencial receptor. Lo que afecta a un miembro de la familia repercute también en los demás. Esto no quiere decir que deba transmitirse todo. Existen secretos con un impacto positivo en el vínculo. Dentro del sistema familiar los secretos pueden ayudar tanto a fortalecer relaciones como a crear barreras y coaliciones. Es importante poner sobre la mesa la relevancia de salvaguardar la intimidad de todos los miembros de la familia.