Actualizado 28/11/2016 10:21

Faltar a clase, el atractivo de lo prohibido

Faltar a clase

Hacer novillos es una de las "trampas" más atrayentes para un adolescente, por el sentimiento de rebeldía y de transgresión de las normas que viven en esa edad. Aunque, a veces, pueden convertirse en un grave problema.

Seguramente, si hacemos memoria más de uno de nosotros recordará haberse saltado una clase en alguna ocasión durante la adolescencia (al igual que la primera calada a un cigarrillo), por la emoción de lo prohibido. Estos novillos esporádicos sabemos que no tienen ninguna importancia, del mismo modo que no dejaron ninguna herida permanente en nosotros.

No es raro que, alguna vez, nuestros hijos caigan en la tentación de no ir a clase para sentarse en los bancos del parque, jugar un partido de baloncesto o acudir a la salida de otro colegio y ver al chico o chica que les gusta en ese momento. Pero esto es bien diferente a esos otros adolescentes que casi todas las semanas encuentran el modo de escaparse de algunas clases, sin que lo sospechen sus profesores... ni sus padres.

Se auto-justifican para defenderse

Quien siente aversión a la escuela puede demostrarlo proclamando a gritos su desdicha ("Odio este maldito colegio"), afligirse en silencio, culpar al profesor ("Me tiene manía"), a sí mismo ("Soy tonto"), encontrar una justificación ("Lo que me enseñan no sirve para nada"), fugarse de clase... o hacer y decir todas estas cosas a la vez.

Cuando el joven observa que no es capaz de realizar el trabajo con la misma facilidad que los demás compañeros, trata de protegerse a sí mismo para no sentirse inepto y nulo. Lo hace mostrando desgana y desdén hacia la escuela: aplaza los trabajos, se niega a hacer los deberes, critica a los profesores o, simplemente, se rinde y decide irse de clase, trampear o dejar los estudios.

Hay estudiantes que sólo hacen novillos en ocasiones muy especiales: con motivo de un examen dificilísimo al que se teme, o para escapar de alguna amenaza del profesor o de un castigo. Pero, al igual que los "novilleros profesionales", esa actuación nace del mismo error: ver la escuela como un lugar de sufrimiento en vez de un lugar donde realizarse. A estos chicos hay que ofrecerles unos buenos motivos para estudiar y esforzarse.

Es tiempo de conversaciones a fondo

Es entonces cuando llega el momento en el que se hace necesaria una conversación tranquila y sosegada con el adolescente. Ante situaciones como estas podemos tomar tres actitudes:

-Pensar que "No es para tanto; pobre hijo", por un paternalismo mal entendido que nos lleva a creer que nuestra tarea consiste en evitarles contrariedades, cuando de lo que se trata es de educar una persona libre y responsable.

-Creer que "si le echo un sermón, perderé su confianza", olvidando que nuestros hijos necesitan y esperan nuestra autoridad.

-Actuar como nos corresponde: informarnos bien sobre lo sucedido y hablar con nuestro hijo, recordando que a pesar de ser los dueños de las excusas, lo importante es escucharle, hacerle pensar y tomar una actitud en consecuencia a su comportamiento.

Temas para hablar con nuestro hijo

-Por respeto a tus padres y profesores no puedes comportarte como un "bebé" haciendo que todo el mundo esté constantemente pendiente de ti.

-Si hay hermanos menores o primos le explicaremos que debe pensar sobre el ejemplo que da a los más pequeños y su responsabilidad sobre ellos.

-También hay que ayudarle a interiorizar el sentido de la justicia, pues su obligación es estudiar al igual que la de los padres trabajar y educar a sus hijos.

-Y, sobre todo, hablarle mucho de la cuestión de la confianza que tenemos depositada sobre él, si falta a ésta nos crea -a los padres- un sentimiento de intranquilidad y motivos reales para desconfiar de él, en esta y otras cuestiones.

Para pensar...

-No se trata de vigilarles, pero tampoco podemos dar poca importancia a este tema.

-Aunque descubramos que nuestro hijo sólo ha hecho novillos una o dos veces, de forma esporádica, hay que atajar la situación con firmeza. No son importantes, pero hay que apelar a su responsabilidad; puede ser además un buen momento para mantener una charla.

-Lo que más motiva es siempre el éxito personal. Si nuestro hijo se siente frustrado en el colegio, podemos proporcionarle oportunidades de lograr éxito en otros campos (deportes, aficiones, etc.) que le ayuden a mejorar.

-Los hijos han de ver en sus padres interés por los asuntos escolares, no sólo cuando existen problemas. Es necesario, a veces, saber dedicar unos pocos minutos al volver del trabajo para hablar con ellos.

-Es interesante mantener muy buenas relaciones con el colegio, estar atentos a las observaciones de los profesores y participar en las actividades educativas que organicen. Aunque no siempre resultará fácil.