Durante la adolescencia, los jóvenes experimentan una serie de cambios emocionales y sociales significativos. La presión por pertenecer a un grupo, los conflictos familiares, los retos académicos y la incertidumbre sobre el futuro pueden generar estrés y ansiedad. Por todo esto, la inteligencia emocional se convierte en un recurso que los adolescentes se enfrenten a estos problemas con resiliencia y confianza.