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Algunos recordamos la fábula de "El festín de Babette", de la escritora danesa Karen Blixen, interpretada de manera genial por aquellos comensales que a pesar de no saber ni el nombre de lo que comían (menos el coronel) iban suavizando sus maneras de hablar, se dolían de haber enojado a los otros y se intercambiaban miradas de complicidad, de perdón y de amor hacia las dos hermanas que habían permanecido solteras para ocuparse de la comunidad que les había legado su padre difunto.
Una herramienta de comunicación
Nos resulta muy práctico tomar alimentos de la nevera y de manera rápida y comer desordenadamente con los consiguientes problemas de salud, normales cuando se vive tan deprisa. Ahora bien, ya que comer en familia es una buena herramienta de comunicación, deberíamos procurar cada día celebrar una comida juntos, con una cocina más simplificada y sencilla que la de los días festivos. Si estamos organizados seguro que no nos privaremos de esta reunión de padres e hijos con una breve sobremesa y sin artilugios digitales que dificulten la conversación.
Y siempre, seamos agradecidos con aquellas abuelas que transmiten las recetas tradicionales de su tierra y conservan la memoria de los fogones.
Victoria Cardona. Escritora y orientadora familiar