Cuando los padres tenemos el móvil en la mano, en el bolso o en el bolsillo nos invade una cierta tranquilidad porque todo está bajo control. Sabemos que si algo malo les pasa a nuestros hijos, recibiremos de inmediato una llamada. Por fortuna, eso casi nunca pasa y nuestra vida privada no suele invadir los espacios de vida profesional.