Ante la incertidumbre afectiva del momento, donde aparecen trastornos por todas partes y donde los profesionales de la educación y los padres andamos perdidos para ayudar a nuestros hijos a encarar todo su mundo afectivo a flor de piel, me pregunto: en lugar de actuar cuando el problema ya está sobre la mesa, ¿por qué no aprendemos "a prevenir más que a intervenir" en la formación de los niños y de los adolescentes? En un abrir y cerrar los ojos, serán los
padres del mañana. ¿No será esto una mayor riqueza en su formación?