Verano. Merecidas vacaciones. Cambia el ritmo. Cambia el espacio. Pero no las oportunidades de aprender.
Sin que nos demos cuenta, las vacaciones sirven para que nuestros hijos interioricen algunos valores que van a ser esenciales en su desarrollo personal.
Hay más tiempo, menos estrés, más oportunidades de estar juntos. Y tenemos que aprovecharlas para hacer familia.
1 Escuchar a los demás.
Nos reunimos con la familia, con la familia extendida, con amigos a los que no vemos tanto. Es una oportunidad para cuidar de verdad al prójimo próximo, con tiempo para escucharlos.
2 Cuidar de la familia.
Ahora tenemos todo lo que deseamos: tiempo de calidad y en cantidad, tiempo para divertirse y para descansar, para prestar atención a todos y para cuidar de cada uno de manera individual.
3 Disfrutar de los detalles.
Durante el curso vamos y llevamos a los hijos a tal velocidad de actividades, que se nos escapa la posibilidad de pararnos en los pequeños regalos que nos hace la vida. Ahora sí tenemos tiempo.
4 Estar a lo que estamos.
El día a día del colegio y del trabajo nos lleva a salto de mata, con esa percepción de no estar en nada y estar en todo a la vez. En vacaciones tenemos la suerte de centrar el foco sin distracciones.
5 Tener paciencia.
Sitios más llenos de la cuenta, colas para entrar, viajes con atascos, casas menos preparadas que la nuestra… aprendemos a tolerar, a no frustrarnos y a trabajar la paciencia.
6 Ayudar más en casa.
Hay más tiempo y lo podemos organizar mejor para que los hijos participen en las tareas comunes y vayan desarrollando ese valor tan grande que es el cuidado gratuito del otro.
7 Cansarse de otra manera.
Descansar no significa no hacer nada, sino cansarse de otra forma, con actividades que no se hacan habitualmente, con otro ritmo y sin presión, pero construyendo recuerdos.
8 Disfrutar y hacer familia.
Momentos compartidos, sencillos y felices, diferentes, especiales, que se afianzan en la memoria de nuestra familia y que nos ayudan a definir cómo es nuestro hogar, alegre y único.