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7 buenas razones por las que debemos educarlos para que sean amables

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El poder de la amabilidad: una inversión en la felicidad y la armonía familiar. Por eso hay que educarlos para que sean amables.

Educar a los hijos para que sean amables no es simplemente enseñarles buenos modales, sino sembrar en ellos una semilla de virtud que florecerá en una vida hogareña más sencilla, armoniosa y les ayudará a crecer como personas íntegras. La amabilidad, junto con sus parientes cercanos, el respeto y la gratitud, actúa como un lubricante social y emocional, haciendo que la convivencia sea menos áspera y más gratificante para todos.

Simplificación de la vida en el hogar al educarlos para que sean amables

Cuando la amabilidad se convierte en la norma en casa, la vida familiar experimenta una notable simplificación. Los niños amables son, por naturaleza, más considerados con las necesidades y los sentimientos de los demás. Esta consideración se traduce en acciones concretas que minimizan los conflictos y la frustración diaria.

  • Menos disputas: La amabilidad fomenta la empatía y la capacidad de ceder o disculparse. Si un niño pide las cosas «por favor» y dice «gracias», y es capaz de decir «perdón» cuando se equivoca, las fricciones cotidianas (por un juguete, el mando de la televisión o un error) se resuelven con mayor rapidez y menos drama. Aprender a ser amables hace más fácil la vida en familia porque estas normas de cortesía, aunque parezcan anticuadas, facilitan la convivencia.
  • Mejor colaboración: Un hijo amable es más propenso a ayudar con las tareas del hogar o a recoger un desorden sin que se lo pidan de forma repetitiva. Valoran el esfuerzo de los demás (padres, hermanos) y muestran gratitud por ello. Esta actitud de servicio y cooperación aligera la carga de los padres y crea un ambiente de equipo.
  • Comunicación positiva: La amabilidad invita a la amabilidad. Un tono de voz respetuoso y un lenguaje cortés por parte de los niños contagia el mismo trato a los padres, reduciendo los gritos, las tensiones y las discusiones sin sentido. Esto crea un círculo virtuoso de respeto mutuo.

Crecimiento en virtudes al educarlos para que sean amables

Más allá de la armonía doméstica, la amabilidad es una virtud fundamental que actúa como catalizador para el desarrollo de otras virtudes humanas esenciales para una vida plena y feliz.

  • Empatía y generosidad: La amabilidad exige que el niño piense en el otro. Al ceder el paso, compartir un objeto, o usar palabras amables, el niño practica la empatía (ponerse en el lugar del otro) y la generosidad (dar sin esperar nada a cambio). Esta habilidad de descentrarse de uno mismo es crucial para las relaciones sociales sanas.
  • Justicia y respeto: Reconocer el valor del otro y tratarlo con dignidad es un acto de justicia y respeto. La amabilidad enseña a los niños a valorar el esfuerzo ajeno (por ejemplo, el de quien prepara la comida), a respetar los turnos y a considerar los derechos de los demás.
  • Fortaleza y autocontrol: Ser amable a veces requiere un esfuerzo consciente, especialmente cuando el niño está enojado o frustrado. Elegir una respuesta amable en lugar de un arrebato de egoísmo o ira entrena la voluntad y el autocontrol. Esta disciplina interior es la base de la verdadera libertad y madurez.

En esencia, la amabilidad es la expresión externa de una persona bien formada en valores. Les proporciona herramientas para tener éxito en todos los aspectos de su vida, pues quien es amable y agradecido es, generalmente, más apreciado y logra establecer lazos sociales más sólidos.

Lectura recomendada

Para profundizar en cómo cultivar estos hábitos, recomiendo el libro «Virtudes humanas. Una guía práctica para la educación en valores y principios desde la familia« de José Antonio Alcázar Cano y Fernando Corominas, editado por Palabra.

Este libro ofrece una guía práctica y sencilla para promover en los hijos los hábitos buenos que les permitirán obrar bien y enfrentarse a la vida con un proyecto personal maduro, con la familia como la primera y principal escuela de valores.

7 razones por las que educarlos para que sean amables hará más sencilla la vida de todos

1 La amabilidad facilita la convivencia en el hogar.

Y si la convivencia es sencilla, los días complicados en los que no todo va tan bien, son más fáciles de resolver. Cuando nos acostumbramos, no cuesta.

2 Donde hay amabilidad, es muy fácil que haya alegría.

Porque cuando somos amables los unos con los otros, como todo es más fácil, surgen más oportunidades para estar alegres y para compartirlo.

3 La amabilidad nos hace más agradecidos con los demás.

Nos damos cuenta de esos pequeños detalles que las personas que nos rodean tienen con nosotros y de las muchas ocasiones en las que la vida nos regala algo.

4 La amabilidad nos vuelve menos susceptibles.

No estamos todo el rato “pensando mal” de los demás y eso simplifica nuestra vida y nos hace estar más felices. Las cosas buenas brillan más que las regulares.

5 La amabilidad engendra más amabilidad.

Cuando somos amables, contagiamos amabilidad de manera natural, sin esfuerzo. Se genera un círculo virtuoso de amabilidad que no para de crecer por se retroalimenta.

6 La amabilidad nos lleva a cuidar más al prójimo.

Porque estamos más atentos a lo que necesita, a los detalles de cariño que le pueden hacer la vida más sencilla. Y eso llena de alegría todo el ambiente.

7 La amabilidad se aprende con amabilidad y ejemplo.

En casa tenemos que vivir el mejor ejemplo de la amabilidad. No la dejemos solo “para las visitas”. Es la vida en amabilidad la que hará que seamos amables.

María Solano Altaba

Directora de Hacer Familia y profesora de la Universidad CEU San Pablo

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