Móviles fuera. Hoy empezamos. Luego seguimos. Una cesta en la entrada y todos guardamos. Los consultamos un par de veces al día.
Pero el objetivo no es simplemente no usar los móviles. Es mucho más importante, es ofrecer ese pequeño sacrificio.
Porque así nuestro corazón está libre de esas ataduras físicas y emocionales y, con la misma austeridad que se vivió en el portal de Belén, nos preparamos para recibir a Jesús en un corazón sencillo pero muy limpio.
Y lo más importante: hoy prestamos aún más atención a los demás, los escuchamos, les dedicamos tiempo, hablamos con ellos, nos reímos todos juntos alrededor de la mesa. Hacemos familia. Una familia alegre en un hogar alegre.
1 Una caja en la entrada.
Y cuando estamos en casa, todos dejamos ahí aparcado nuestro móvil. Sólo lo consultamos en algún momento concreto acordado.
2 Atención plena en la escucha.
Lo importante no es dejar el móvil porque sí, sino dejarlo para cuidar con atención plena de los demás así que hoy nos escuchamos con más cariño.
3 Aguantamos la tentación.
Ni redes sociales ni consultar los cientos de mensajes que nos han llegado en el día. Aprender a ordenar los amores es imprescindible en casa.
4 Ofrecemos este esfuerzo.
No se trata de cumplir con un compromiso y ya está. Tenemos que elevarlo, rezarlo, ofrecerlo, para que nuestro corazón esté mejor preparado.
Recomendación literaria
Pantallas, qué remedio
Cómo sobrevivir, con pensamiento crítico, al entorno digital
María Solano Altaba

Pantallas, qué remedio es la guía para padres definitiva de María Solano Altaba. Aprende a desarrollar el pensamiento crítico y a evitar la adicción al algoritmo, encontrando un remedio optimista para gestionar el entorno digital en casa.
Seguro que recuerdas esta escena: toda la familia reunida alrededor de la única televisión del salón de la casa para ver la película de la semana. Es nostálgica, ¿verdad? Ahora la norma es que haya varias pantallas por cabeza y cada uno las disfrute en su habitación, con tantas opciones que lo difícil es elegir y lo fácil, equivocarse.
El título de este libro refleja el gran debate que nos asalta a los padres hoy: Pantallas, qué remedio. Porque ese «qué» incluye el «cómo lo remedio» cuando sé que las condiciones no son siempre ideales. Pero también incluye el que «hay remedio» a este problema y lo tenemos al alcance de nuestra mano, concretamente en esa comida familiar que compartimos cada día.
Somos optimistas. No todo es negativo. Tenemos noticias esperanzadoras que arrojan claridad a la materia. En estas páginas vamos desgranando los temas más importantes sobre los que reflexionar para conocer mejor este mundo digital que nos atrapa a todos, padres e hijos. Solo así podremos desarrollar el pensamiento crítico que nos impida caer en la espiral del algoritmo y la agonía de la adicción.
Así que, sí, hay remedio. Está aquí, en nuestra casa, y consiste en horas de charla compartida que nos ayudarán a prepararnos mejor para este mundo que ya va a estar siempre lleno de pantallas.
Qué remedio.