Luis Gutiérrez Rojas, psiquiatra y autor de La belleza de vivir (Ciudadela, 2025)
Sentarse a compartir un rato con Luis Gutiérrez Rojas equivale a salir con las pilas cargadas a tope. No es que solucione los problemas, porque llega a nuestra entrevista sin barita mágica, pero con su libro La belleza de vivir (Ciudadela, 2025) consigue que todo parezca más sencillo. Médico psiquiatra, profesor universitario, autor y conferenciante de reconocido prestigio, padre de familia y esposo (su mujer le ayuda a gestionar una agenda nada sencilla), su ensayo sobre la felicidad, que va a por su décima edición, debería ser un regalo imprescindible de lectura obligatoria esta Navidad, porque ordenaría muy bien a una sociedad que anda traspapelada.
Luis es granadino, pero no para. Así que, en una de sus visitas a Madrid, nos recibe entre una conferencia en un colegio y una entrevista en televisión. Tiene una fuerza que contagia y una alegría que hace que todo parezca posible. Y es que, un rato con él (o con su libro) es la mejor manera de empezar el año mirando al mundo desde una perspectiva mucho más enriquecedora. La belleza de vivir (Ciudadela, 2025) engancha desde el subtítulo.
Todos los problemas tienen solución. Es el subtítulo de tu libro, pero ¿de verdad todos tienen solución?
Es que los problemas que no tienen solución podríamos decir que no son problemas, sino circunstancias que nos ha tocado vivir. Una constante de la sociedad moderna –y el libro va mucho en esa línea– es empezar a ver problemas donde no los hay. Por ejemplo, ser madre o ser padre es un problema, tener un hijo es un problema, trabajar es un problema, tener una relación que dure más de tres días es un problema.
Y sin embargo parece que la sociedad se agobia con el día a día, con la vida cotidiana
Pero realmente eso no son problemas, son circunstancias de la vida cotidiana que generan a veces algunas dificultades y tenemos que saber cómo saltarlas. Al final, cosas naturales como que dos personas se quieran y que tengan hijos, o que tú tengas que trabajar en un trabajo, y ese trabajo sea complicado, difícil, o que tengas que saltar un obstáculo, o que tengas que comprarte un piso o cualquier cosa, no puede ser una angustia existencial.
¿Vemos problemas donde no los hay?
Creo que hay demasiadas dificultades que son un poco inventadas. De hecho, podríamos decir que cuantos menos problemas tiene uno, o menos dificultades enfrenta, más problemas ve. Muy paradójico. En el libro hablo de muchas paradojas. Por ejemplo, paradójicamente, una persona que venga en patera desde África a entrar en Europa no viene quejándose. No viene con un discurso neurótico. Si preguntamos a quienes les atienden en Cruz Roja, nos cuentan que, al llegar, se han tirado al suelo y le han dado gracias a Dios o a Alá. Están felices. No está diciendo “esto es una mierda, hemos pasado hambre y frío, anda que habéis venido, han muerto tres”.
Nos hemos acostumbrado a no sufrir y sufrimos más…
Si vas a cualquier autor clásico, Séneca, los estoicos, Marco Aurelio, todos dicen lo mismo: el no sufrir es precisamente la puerta de entrada del sufrimiento. Piensa en cualquiera de las familias que nos leen. Llevan casados un montón de años, tienen hijos, nietos… y dicen: “es que esto es una maravilla”. No porque no lo haya pasado mal, sino porque está más acostumbrado a pasarlo mal.
Entonces, ¿cuál es el mensaje?
El mensaje es: todos los problemas tienen solución, porque la mayoría de las circunstancias que nos rodean no son problemáticas, aunque le pongamos esa palabra. Nuestro mundo tiene que ver con cómo tú hablas. Si yo digo “Mi mujer es la más guapa del mundo”, entonces mi mujer es la más guapa del mundo. Bueno, para mí es la más guapa del mundo, pero ¿es la más guapa del mundo objetivamente? Seguramente no. Pero para mí sí.
Tu carrera como conferenciante empieza en algo tan serio como… El Club de la comedia…
Eso te enseña mucho sobre la felicidad. No es que sea todo cachondeo, pero sí nos habla de ser capaces de tener un tono determinado ante la vida. Creo que el humor es una herramienta que uno tiene para quitarle hierro al asunto. Como psiquiatra, me parece que se puede utilizar mucho en terapia. O sea, hay mucha gente que viene con un discurso muy neurótico, entendiendo por neurótico exagerado, dramático, angustioso, exagerado sobre las cosas que le hacen sufrir. Creo que el humor es buenísimo para quitar eso. Por ejemplo, el primer monólogo que yo hice, y que la gente lo puede ver en YouTube, tiene que ver con que no pronuncio la R y yo me llamo Luis Gutiérrez Rojas, con todas las erres, te prometo que es así.
Vaya infancia…
El que tú no sepas pronunciar la R y que, durante toda tu infancia, siempre que digas tu nombre, no puedas pronunciarla, y entonces en tu clase la gente se ría de ti porque no pronuncia la R, al final es como darle la vuelta. Reírte de ti mismo hace que las cosas no tengan tanta importancia. Si te fijas, muchas personas que sufren, y eso tiene que ver con el libro, es porque no son capaces de reírse de sí mismas.
Creo que es la solución a muchos de nuestros problemas. Esos hogares alegres, con risas. Pero ¿cuál es el límite entre el humor y la burla?
Lo que tenemos que conseguir es que el humor no sirva para reírte de alguien, sino con alguien. Hay un humor que es más sarcástico, más irónico, donde en el fondo lo que estás haciendo es burlándote de alguien, porque estás poniendo su defecto encima de la mesa para reírte de él. No se trata de eso. Se trata más bien de darnos cuenta de que muchas de las cosas que decimos están un poco fuera de la realidad, porque las exageramos, las sacamos de contexto. El humor sirve para poner cada cosa en su contexto.
Hablas de un tema que nos preocupa mucho en las familias: ese postureo de las redes sociales. Y no es solo un problema de adolescentes…
No, no, es mucho más de gente adulta. Pensemos, por ejemplo, en las familias. Las redes están llenas de familias perfectas que hacen reportajes perfectos, y parecen padres perfectos con niños perfectos. ¿Por qué creo que eso no es bueno? Porque acabas uniéndola felicidad a la belleza física, o la posibilidad de tener unos recursos económicos que te hacen comprarte el vestido más espectacular o estar en el hotel de más lujo con la satisfacción del placer.
Es que el perfeccionismo nos está enfermando.
Sí. Y a veces también se cometen errores con la mejor intención. Cuando la gente va a una charla de matrimonios, y un padre perfecto, que tiene 234 hijos, le explica cómo tiene que amar a su mujer y no discuten jamás, porque se quieren muchísimo y tienen tiempo de comunicación, y los hijos son perfectos y no miran el móvil hasta los 24 años… te frustra porque solo muestra una parte de la realidad.
La vida no es perfecta, pero igualmente es preciosa.
Efectivamente. Creo que hay que mostrar al ser humano con sus imperfecciones. Si estamos hablando de Instagram, o de perfiles de familias perfectas, es muy difícil que en ese contenido se muestre que la hija está obesa y que el hijo ha dicho varias veces que quiere suicidarse, por ejemplo. Así que resulta que mi familia en esa comparación siempre va a salir por debajo. Entonces surge el “si yo tuviera dinero, si yo estuviera casado con… todo sería más fácil”, pero no es verdad. Si te fijas, todas las piezas del puzzle encajan. ¿Por qué hay tantas personas hoy en día angustiadas? Es muy, muy paradójico, porque tienen la inmensa mayoría de sus necesidades cubiertas.
¿Y cómo encajamos ese puzzle?
Mi tío Enrique [Rojas] tiene una frase que yo le plagio mucho: “La felicidad es un puzzle donde siempre falta alguna pieza”. La gente quiere encajar piezas. Todo el mundo tiene algún conflicto –que si el carácter de tu marido, que si a tu hijo le pasa no sé cuánto, que si en el trabajo te pagan poco…– Siempre hay un conflicto. Y creemos que si ese conflicto se resolviera, todo se solucionaría. Pero la realidad es que si tu marido cambiara de carácter y tu hijo fuera cariñosísimo y te pagaran 8.000 € al mes, tampoco las cosas irían mejor. Entonces, acepta esa pieza que falta. En el libro lo digo hasta la saciedad: acepta que hay momentos que no eres feliz.
Pero esa aceptación no es resignación. Lo explicas muy bien en tu libro.
No tiene nada que ver con la resignación. Tiene que ver con la aceptación. Y, sobre todo, porque la vida es así. Es decir, es que no existe nadie que no sea así.
Y al otro extremo, ahora es muy frecuente que haya personas que romanticen el dolor, el sufrimiento… En redes sociales es un grave problema.
Sí, es ese “yo pierdo, yo fracaso y yo me regodeo”. Que, si lo piensas, puede ser la puerta de entrada hacia los vericuetos más depresivoides. Eso explica por qué algunos adolescentes están viviendo problemas como conductas autolesivas, consumo de sustancias, que en el fondo es una manera de autodestruirse.
A veces caemos en la sobreprotección de los hijos porque nos da pena verlos sufrir, verlos equivocarse, caer…Nos cuesta es reconocer que Dios hizo libres a nuestros hijos.
Totalmente. Y que cometen muchos fallos. Es más, tienen que cometerlos. Y duele mucho. Cuando ves la película que la ves venir. Los padres de adolescentes sufren mucho. Hay muchos que se quejan porque sus hijos se comportan como adolescentes. Pero es que son adolescentes. A veces hay que saber “dejarlos en paz”, que crezcan, que evolucionen, que la fastidien, que se equivoquen, que hagan algo malo.
¿Y si los sobreprotegemos?
Entonces son muelles comprimidos. A mí esos me dan un miedo… Hoy pasa muy mucho. Quiero que mis hijos sean fantásticos, maravillosos, perfectos, como las fotos que has visto en Instagram. Y entonces, voy a hacer todo lo que esté en mi mano por teledirigirlos y estar muy pendiente. Y entonces, el hijo o la hija rompe, porque está hasta las narices. ¿Por qué? Porque en el fondo no se le ha educado en libertad. A lo mejor ha sido educado en el bien. Sí, no lo niego, que le han dicho las cosas bien, pero no se las han enseñado, se las han impuesto.
Un libro tan esperanzador como realista

Que un libro llegue a su décima edición en un país en el que se publican 250 libros al día es la mejor garantía de su calidad. Y el de Luis Gutiérrez Rojas, el psiquiatra que no sabía pronunciar la R y supo aprender a reírse de ello, es de esos que merece la pena ser leído. La razón es simple: es útil, es realista, es esperanzador y no es empalagoso.
Vivimos en una sociedad que se ha obsesionado con la eterna felicidad, pero lo cierto es que el día a día suele venir muy enrevesado así que no es tan fácil ser feliz. Gutiérrez Rojas huye de las recetas milagro porque no existen. Simplemente reflexiona en voz alta con los lectores para que cada uno de nosotros sepa encontrar esa clave que esconde la belleza de vivir en la vida que nos ha tocado, y no en una diferente.
María Solano Altaba
Directora de la revista Hacer Familia
Profesora de la Universidad CEU San Pablo
Investigadora en AlgorLit y ThinkOnMedia