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Cómo explicar el Adviento a los niños

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La Navidad está tan presente en nuestra cultura que es prácticamente imposible que algún niño escape a su conocimiento. Es cierto que el consumismo exacerbado va marcando el camino de la multiplicación de un Papá Noel extraordinariamente comercial en detrimento del Niño Jesús, que es el verdadero motivo de celebración.

Pero solo si recuperamos la esencia de la verdadera Navidad podremos entenderla en su profundo sentido. Y ese sentido empieza ahora, con la preparación del Adviento.

Los niños interpretan con mucha facilidad el Adviento como una cuenta atrás hacia el día 24. Hace ya años que importamos la costumbre centroeuropea del calendario de chocolatinas en el que cada día se abre una ventanita hasta que todo el dibujo navideño queda troquelado y la última ventana, habitualmente más grande, es la meta para una verdadera fiesta de cumpleaños, el de Jesús.


El camino hacia la Navidad, que empieza cuatro domingos antes, es mucho más que un calendario de chocolatinas y nos puede ayudar a trabajar buenos hábitos con nuestros hijos.


Calendario de Adviento

Foto: THINKSTOCK 

El sentido del Adviento, el motivo por el que se marcan estos días en la liturgia, no es otro que el de prepararnos por dentro, adecuar nuestro corazón, para tan magno acontecimiento. Y en casa utilizamos un sistema muy sencillo que permite a los niños, y también a los mayores, entender con la experiencia el porqué de estas cuatro semanas que tenemos por delante.

Ahora que ya hemos rescatado del armario la decoración navideña, preside nuestro salón, en una mesa frente al sofá, una figura del Niño Jesús que descansa en un tosco pesebre con paja. Invitamos a nuestros hijos a tocar el triste y poco mullido «colchón» sobre el que vendrá a nacer Jesús y descubren que es áspero y pica. Junto a la figura, en una caja, dejo papeles en blanco y un lápiz. Cada noche, desde el más pequeño de la casa, que aún no tiene cuatro años, hasta el padre, vamos escribiendo en un papel aquellos pequeños compromisos que queremos ofrecerle al Niño. Tienen que ser realizables, muy pegados al terreno, elegidos por cada uno: «compartiré todos mis juguetes con mi hermano», «me voy a levantar a desayunar la primera vez que me llamen», «hoy voy a atender a los de casa, en vez de atender a los del móvil». Cada cuál sabe sus puntos de lucha. Los niños también.

Porque de eso se trata, de aprovechar el Adviento para luchar contra nosotros mismos, contra esas flaquezas que nos atenazan, que no nos dejan volar con el espíritu limpio con el que debemos recibir al Niño, con el que tenemos que prepararle nuestro corazón. La parte simbólica de cómo esos compromisos van preparándole la cuna al Niño se consigue de forma muy sencilla y elocuente. Por las noches, hacemos examen de conciencia de nuestros compromisos. Si los hemos cumplido, colocamos el papel sobre la paja del pesebre. Día a día, la capa de papeles va formando una sábana limpia para acoger a Jesús. De nosotros depende que esté cómodo. Habremos vivido el Adviento y seremos todos un poco mejores esta Navidad.

María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia

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