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¡No hay manera de que se ponga a estudiar!

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La dedicación a los estudios y el rendimiento académico se convierten a diario en una pesadilla para muchas familias con adolescentes. ¿Por qué les cuesta tanto ponerse a estudiar? ¿Qué hay que hacer para que se motiven? ¿Por qué se conforman con un aprobado raspado si pueden aspirar a más?

Todas estas preguntas comparten varios denominadores comunes que tienen su origen en una importante característica del pensamiento adolescente y requieren de una atención que dista mucho de las estrategias que habitualmente utilizamos.

¿Cómo puedo conseguir que quiera estudiar?

Esa es una de las preguntas que atormenta a muchas familias y provoca una gran tensión y numerosos conflictos en casa. En primer lugar, porque conseguir que alguien quiera hacer algo que no quiere hacer implica forzar algo que no está sucediendo de forma natural. En segundo lugar, porque solemos escoger estrategias que no tienen en cuenta las necesidades de la adolescencia y que surten el efecto contrario al deseado: queremos que estudien y acabamos provocando que se alejen más de los estudios.

Esto suele suceder porque intentamos convencerlas para que quieran estudiar mediante charlas proféticas («no vas a conseguir nada en la vida con esa actitud»), amenazas («como no apruebes el curso ya puedes despedirte de salir este verano») y sentencias prejuiciosas («con la edad que tienes deberías ser más responsable»).

Utilizamos estrategias que no son las más favorables para conseguir que se impliquen en sus estudios y se responsabilicen de las tareas académicas.

Es natural que, como adultas sabedoras de lo que cuesta sobrevivir en nuestro mundo sin una actividad laboral estimulante y/o una economía solvente, nos preocupemos cuando interpretamos que pasan olímpicamente de los libros. Cuando observamos que estudio y ocio conviven en un equilibrio precario o inexistente en su día a día. Cuando nos percatamos de que en la primera fila de sus prioridades no está sacar buenas notas. A pesar de nuestra preocupación, debemos respirar profundamente, ponernos a favor de su desarrollo y entrar en acción para ayudarlas a salir adelante con la mayor preparación posible.

¿Qué hacer para que se ponga a estudiar?

Para ello, lo primero que debemos saber es que una de las responsables de que las personas adolescentes no pongan en primer lugar sus estudios es la capacidad para anticipar, que todavía está desarrollándose en esta etapa y que les dificulta pensar a largo plazo. Por ese motivo, las charlas proféticas («no vas a conseguir nada en la vida con esa actitud», o expresiones por el estilo), no consiguen que aprendan a responsabilizarse y que entiendan la importancia de labrarse un futuro.

En cambio, sí consiguen transmitirles miedo, activar el estrés y dificultarles el aprendizaje. Muchas personas adolescentes sienten ansiedad y viven con pánico las épocas de exámenes, lo cual impacta en su rendimiento. Cuando les profetizamos un futuro gris y terrible si no estudian, la presión que sienten dispara sus emociones y las expone al riesgo.

De la misma manera, cuando usamos las amenazas («como no apruebes el curso ya puedes despedirte de salir este verano», o expresiones por el estilo), provocamos que se pongan a la defensiva y se protejan de lo que viven como un ataque. Su cerebro, todavía en desarrollo, interpreta que están en peligro e impulsa su conducta para salvaguardar su necesidad y recuperar su bienestar. Si las amenazamos con prohibirles el acceso a espacios importantes para su desarrollo, como los que comparten con sus amistades, podemos provocar grandes tensiones que no van a favor de las tareas evolutivas de la etapa y que tampoco las animan a ponerse a estudiar.

Si usamos las sentencias prejuiciosas («con la edad que tienes deberías ser más responsable», o expresiones por el estilo) para intentar que se esfuercen más, podemos conseguir que no se sientan capaces de superar el curso. Si les decimos que «deberían ser» o «deberían saber» les estamos transmitiendo que no son y que no saben. La confianza es esencial cuando estamos aprendiendo y si no podemos conseguir que confíen en ellas mismas tampoco conseguiremos que rindan mejor.

Entonces, ¿cómo logramos que estudien?

Que no sientan la necesidad de estudiar o no les guste no significa que no podamos ayudarlas a aprobar y a trazar una trayectoria formativa que las ayude a encontrar una opción laboral. Para hacerlo, vamos a tener que esforzarnos y emplear diferentes estrategias en función de las necesidades de cada adolescente. Empezaremos por analizar en qué momento está la persona adolescente en cuestión: ¿Ha bajado el rendimiento? ¿Desde cuándo? ¿Cuáles son sus dificultades? ¿Qué ayudas tiene? ¿Qué necesidades tiene?

Seguiremos implicándola en su proceso y analizando conjuntamente las causas de su bajo rendimiento en clave de mejora, enfocándonos en sus particularidades y centrándonos en ayudarla a solucionar las dificultades que tiene paso a paso.

No sirve de nada decirle que tiene que ponerse más o que tiene que organizarse mejor. Si no lo hace es porque no puede o no sabe.

Vamos a evitar etiquetarla de vaga, a evitar decirle que no hace nada, que debe aplicarse más. Vamos a huir de las charlas proféticas, las amenazas, las sentencias prejuiciosas y vamos a enfocarnos en las soluciones.

 

¿Qué hay detrás del bajo rendimiento?

Detrás del bajo rendimiento se esconden necesidades que debemos conocer. Podemos preguntar: ¿Qué es lo que más te cuesta cuando te pones a estudiar? ¿Qué te gustaría mejorar de tu sistema de estudios? ¿Qué crees que debería cambiar en clase para que te divirtieras más? Una vez detectados sus motivos (se aburre en clase, cree que el equipo docente le tiene manía, no se concentra, se siente incapaz, le cuesta tomar apuntes, le cuesta sentarse a hacer las tareas…), debemos acordar con ella el tiempo de dedicación diario a estudios y ocio, así como sus condiciones y las consecuencias de no cumplir los acuerdos.

Algunas personas adolescentes necesitan que te sientes con ellas al principio, que las ayudes a organizarse, que les hagas preguntas, que las ayudes a entender los contenidos… A veces tendremos que pedir ayuda profesional y comunicarnos con el centro educativo en el que cursa sus estudios para pedir su complicidad. Busquemos ayuda si la necesitamos y modifiquemos lo necesario para que pueda superar sus dificultades. Concentrémonos en el día a día, en los planes que tiene para esta tarde cuando acabe el instituto y las tareas, en lo que va a hacer el fin de semana cuando acabe llegue el viernes y salga del centro educativo. En lo que conseguirá cuando acabe todo el ciclo y esté un paso más cerca de ser independiente.

Pongamos el acento en aumentar su deseo sobre la recompensa: lo bien que se lo va a pasar cuando acabe las tareas esta tarde y pueda jugar a su videojuego favorito, lo increíble que va a ser el sábado cuando vaya al concierto de ese grupo que le gusta tanto sabiendo que ha acabado los exámenes y que le han ido bien, la felicidad de pasar un verano a su aire sin tener que estudiar para las recuperaciones, los súper vídeos que va a subir a tik tok cuando acabe las tareas del día*

Recordémosle todo lo que ha conseguido y reforcemos sus logros: fíjate que has llegado hasta este curso con tu esfuerzo y no has suspendido, piensa que en los anteriores exámenes también estabas nerviosa y los aprobaste, acuérdate de ese trabajo que creías que no llegarías a entregar y que al final entregaste a tiempo* Detectemos su malestar emocional y ayudémosla a calmarlo: parece que has vuelto enfadada del instituto, ¿alguien te ha hecho enfadar? Veo que estás nerviosa por el examen ¿te preparo una infusión?

Ayudarlas a recuperar la motivación y a sostener el curso académico es laborioso y conlleva un esfuerzo. Se van a resistir, van a ponérnoslo difícil en muchas ocasiones, van a reaccionar de forma desajustada, puede que intenten convencernos de que no necesitan ayuda, que nos llamen pesadas, pero lo cierto es que nos necesitan lo más firmes y creativas posible para que puedan mantenerse a flote durante todo el período académico y vayan orientando su futuro académico y laboral de forma progresiva.

En lugar de concentrarnos en conseguir que «quieran» estudiar, que es una batalla perdida si la persona adolescente en cuestión no muestra ningún interés en hacerlo y, además, nos puede dificultar mucho el día a día, pongamos la atención en conseguir que sostengan el curso. Esforcémonos en poner a su alcance todos los recursos necesarios para que desarrollen sus hábitos de estudio y aumenten la confianza en ellas mismas. Hagamos lo posible para que encuentren un motivo por el que seguir adelante sin sentirse solas por el camino y descubriendo, con cada paso, que pueden estar mucho mejor si se concentran en el proceso y no solo en los resultados.

Sara Desirée Ruiz. Educadora social especializada en adolescencia
Instagram: @adolescencia.sara.desiree.ruiz
Twitter: @SaraDesireeRuiz

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