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CRECER
María Solano

El trauma de la carita triste

La diferencia de corregir con color verde
La diferencia de corregir con color verde - ISTOCK

Leía hace poco una noticia que versaba sobre los múltiples beneficios de corregir los trabajos de los alumnos en verde apuntando los aspectos positivos, en lugar de marcar en rojo lo que estaba mal, para motivar más a los alumnos. Me pareció bastante ridículo. El presupuesto del trabajo bien hecho está incluido en la nota. Lo que se marca en rojo es lo que hay que seguir trabajando porque no se trabajó lo suficiente.

Escuché hace unos días la queja airada de una madre de un niño de esos que en mi pueblo se dice que están hechos de rabo de lagartija. Se quejaba del trauma que están generando en su pequeño que sale, día sí día también, con una carita triste dibujada.

Digo yo que la profesora no tendrá un cupo de caritas tristes y estará encantada de repartir caritas contentas, así que quizá la madre debería plantearse el porqué de las caritas tristes. Ella aseguraba que el niño se porta mal porque la profesora, con tanta carita triste, lo incita a portarse mal. Bonita autojustificación.

Que los padres estemos en este siglo muy atentos a lo que nuestros hijos sienten ha sido un gran avance educativo.

En las generaciones precedentes, lo que el niño sintiese importaba tan poco que en el seno de las casas nacían algunos traumas que se arrastraban de por vida.

Ahora bien, el diagnóstico de las emociones no puede ser el final del camino educativo, sino solo el principio. Lo que nos corresponde inmediatamente después es tratar de conducir esas emociones de tal manera que ayudemos a nuestros hijos en la que es, sin duda, nuestra gran tarea: hacer de ellos unas buenas personas que, por añadidura, sean felices.

Solo cuando entendemos que lo que sentimos, sea bueno o malo, no está necesariamente ligado a lo que tenemos que hacer, solo cuando nos damos cuenta de que la motivación no es el único motor de la acción, habremos aprendido a vivir nuestra vida sin creernos oprimidos por falsas ataduras que queremos imaginar.

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