Se trata de una forma sencilla de acabar con una sensación angustiosa. Hasta la fecha, lo único oficialmente indicado para estas mujeres era una ecografía que, en muchos casos, resultaba no ser concluyente. Es decir, la mujer volvía a casa sin saber si iba a perder, o no, el hijo que esperaba. Porque los síntomas de dolor y sangrado vaginal los padece un 30% de las mujeres encintas, mientras que los abortos espontáneos los sufren entre un 15% y un 20% de las embarazadas.