Con la llegada del verano las temperaturas suben y los hábitos alimenticios cambian. Es frecuente que el apetito sea menor y que el cuerpo pida comidas más ligeras y que aporten sensación de frescor. Por ello, además de mantener una
hidratación adecuada mediante la ingesta de líquidos, la alimentación resulta también un aspecto clave para ayudar al organismo a controlar las altas temperaturas.