Actualizado 19/04/2024 14:19

Cómo mantener un amor sano y duradero: los rasgos del querer

El primero que pide disculpas es el más valiente y el que quiere amarEl primero que pide disculpas es el más valiente y el que quiere amar - ISTOCK

La paciencia, el perdón y la generosidad son algunas de las claves para cuidar el afecto por el otro. En cualquier relación es fundamental aprender a perdonar lo que sea necesario. Como señalara la gran filósofa y pedagoga Jutta Burggraf, todos somos vulnerables y muchas veces necesitamos más cariño del que podemos merecer...

El perdón sana las heridas, pone un punto y final a lo menos honorable. Así podemos apostar por un nuevo comienzo, con ilusión renovada. Hay que liberar esos rencores, culpas, agravios, prejuicios, murmuraciones...

Walt Disney decía que "la vida es demasiado corta como para no perdonar." Sin embargo, el amor, por el camino del capricho y del "me apetece" se hace egoísta y se va carcomiendo y destruyendo poco a poco. El tiempo que no compartimos, el detalle que no tenemos, el beso que no damos..., la ayuda que no prestamos...

Por eso, el primero que pide disculpas es el más valiente y el que quiere amar. El primero que perdona es el más comprensivo y generoso. Y el que olvida pronto se siente feliz. ¡Siempre compensa! Y ayuda al otro a sentirse querido. Así se puede restaurar la paz y llegar al fondo del alma de la persona que nos ilumina la vida, conectar y descubrir la dicha de caminar juntos en esa gran aventura para los dos.

Empatía y paciencia

Para alimentar el amor son necesarios dos ingredientes: empatía y paciencia

Luchar por una comunicación empática, mirar a los ojos, compartir ideas, sentimientos, alegría por cualquier proyecto, cosas positivas, trabajo en equipo... Ayuda, así como los detalles concretos. Porque "obras son amores...".

Aquí es importante la comprensión y las neuronas espejo para ver los estados afectivos de la otra persona, sus alegrías y dificultades. Ponerse a su disposición en lo que pueda necesitar. Tener un alma grande, generosa, capaz de querer, sobre todo a quien uno se compromete en querer, en ese proyecto vital entusiasmante. Poner empeño en alimentar ese "fuego" del amor con pequeños detalles cotidianos: que se acreciente día a día. No dejar que las ventiscas de los inviernos lo apaguen...

Lo que no se cuida y se "alienta" se va consumiendo con el pasar de los días. En este planeta, todo lo importante, lo que vale la pena, necesita paciencia y esfuerzo, hay que cuidarlo y custodiarlo. Mucho más el amor, algo tan hondo y frágil, pero vital, puesto que aporta trascendencia a nuestras acciones y a la vida entera. Y nos da ecos de eternidad.

La vida se reduce a quererse, a cuidarse

Cada hogar, saturado de cariño, puede ser un remanso de paz y serenidad. Por encima de las contrariedades de la vida, y de las diferencias personales que enriquecen a la familia, se tiene que percibir ese cariño hondo y sincero, transformador, base de las relaciones familiares. En la propia pareja, cada uno es diferente, tiene sus gustos y aficiones; a veces su carácter y su genio, y sus defectos... Pero también cosas agradables y simpáticas, cualidades y fortalezas. Hay que poner el énfasis en todo lo bueno.

Al otro siempre se le puede querer por miles de motivos: por la grandeza de ser persona, por sus cualidades y su cariño, incluso por sus debilidades... Lo cual muestra y hace florecer la ternura y la comprensión. Acercamiento y cariño, ayuda eficaz. Quizá habrá en alguna ocasión disgustos o peleas, pero no permitir que el cariño se lesione y se vaya horadando, sino cuidarlo para que crezca en compresión.

Mantener a raya el propio orgullo, que envenena el alma, entrenarse en calmarse en los pequeños enfados y pedir perdón, aunque se crea llevar "razón". Hará buen ambiente, aporta cariño y regenera la relación. Más vale la unidad de los dos, que el "ganar" una pelea y herir al otro. Si cada uno se fija más en las cualidades y virtudes del otro, y se centra en pulir su propio carácter, y no en intentar "cambiarle", todo mejora y se hace más llevadero. Saber disculpar siempre, dejar una salida honrosa..., e intentar mejorar uno mismo.

Conquistar pequeños objetivos que hagan la vida más agradable a los que tenemos cerca. Así habrá mucha más felicidad en los hogares. Cuando hay amor auténtico, generoso, desinteresado, ese amor anula y supera lo que parece contrariar o es motivo de diferencias. Incluso hace que esas diferencias se conviertan en fortalezas, al hacer equipo, y se logra sinergia.

De ahí la importancia de la lucha por tener autodominio personal y voluntad entrenada para no destruir la paz del hogar y el cariño mutuo. El dejarse llevar por la impulsividad no ayuda, sino que empeora las cosas. En algunas situaciones es mejor poner tiempo y espacio para calmarse y calmar la tensión. Esperar y, luego, dar un toque positivo. Se necesita fuerza para controlar el carácter, las faltas de generosidad, críticas interiores, enfados o impertinencias en ocasiones..., los caprichos egoístas y el individualismo, teniendo en cuenta y priorizando los gustos del otro. Tener un corazón generoso.

Por eso, entrenarse en disculpar, en comprender, en esperar, en tener paciencia, decir las cosas en positivo... Descubrir la satisfacción y dicha del sacrificio gustoso por quienes amamos. Y un poco de sentido del humor alivia en situaciones difíciles.

Pero a veces somos débiles y fallamos. Cuando uno falla, es el otro el que toma el timón y serena la situación. Y, al contrario. No dejarlo a merced de los vientos. Nunca enfadarse los dos a la vez y perder el control de la nave. Que no se quiebre el afecto con la persona más importante de nuestra vida. Reanudar la intimidad con una sonrisa, que todo lo facilita. Y puede ser el punto de partida para ir hacia adelante, bien unidos, disfrutando. Apuntando a la meta y "misión" de nuestra vida.

Mª José Calvo. Médico de Familia y autora del blog Optimistas educando

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