El invierno demográfico es un drama sin precedentes. Viviremos las consecuencias económicas, sociales, culturales, políticas y familiares en los años que están por llegar de la baja natalidad. El futuro no es alentador porque ningún indicador hace pensar que vayamos a vivir un cambio de tendencia a corto plazo. El
invierno demográfico en el que está atrapada España es una realidad y hay que ponerle coto.