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Acoso escolar: una lacra social con muchas aristas

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Los últimos casos de acoso escolar ponen de manifiesto que queda mucho trabajo por hacer entre todos los agentes implicados: estudiantes, familias, centros educativos, empresas tecnológicas y la sociedad en su conjunto. El acoso escolar es una lacra social con muchas aristas y evitarlo es una tarea que requiere de la implicación de todos.

Una autoestima basada en el amor, la mejor herramienta contra el acoso

El acoso escolar no es un fenómeno nuevo, pero sí cada vez más visible. Lo que durante décadas se despachaba con un “son cosas de niños” hoy se reconoce como una forma de violencia que deja huellas profundas. El insulto, la burla, el aislamiento o la humillación pública son heridas que no siempre sangran, pero marcan.

En realidad, el acoso ha existido siempre. Lo que cambia es nuestra mirada. Antes se normalizaba o se silenciaba. Hoy la sociedad empieza a entender que no se trata de un simple conflicto entre iguales, sino de una relación de poder desequilibrada que daña tanto a quien la sufre como a quien la ejerce. Y aunque las redes sociales han multiplicado su alcance -con el ciberacoso como una de sus formas más crueles- también han servido para poner el tema sobre la mesa y para que muchos jóvenes encuentren espacios de apoyo.

La raíz del problema: una autoestima frágil

El acoso, en cualquiera de sus manifestaciones, tiene una raíz común: la falta de autoestima basada en el amor y el respeto.
El niño o adolescente que agrede suele hacerlo desde la carencia, necesita sentirse superior para no enfrentarse a su propio miedo o inseguridad. Y la víctima, muchas veces, permanece callada porque duda de su propio valor o teme no ser creída.

Por eso, la prevención no empieza con castigos, sino en casa, con el tipo de amor que fortalece sin sobreproteger, con adultos que enseñen a los hijos a valorarse y también a respetar al otro.

Educar en autoestima no es inflar el ego, sino enseñar a amarse sin compararse. Es el antídoto contra la humillación y contra la necesidad de humillar. Un niño que se siente querido, comprendido y acompañado tiene menos posibilidades de convertirse en acosador… y más fuerza para pedir ayuda si es víctima.

Evitar que sufran, evitar que hieran

A veces los padres se preguntan cómo evitar que sus hijos sufran acoso. La respuesta no está solo en protegerlos, sino en dotarlos de recursos emocionales. Que sepan poner límites, pedir ayuda y reconocer cuándo algo les hace daño.

Y para evitar que se conviertan en acosadores, el camino es el mismo: educar en la empatía. Que aprendan a ponerse en el lugar del otro, a entender el efecto de sus palabras, a usar su fuerza para incluir y no para excluir.

La empatía se enseña con el ejemplo. Si los niños crecen en entornos donde se respeta la diferencia, donde se habla sin gritar y se corrige sin humillar, reproducirán esa forma de convivir. Si ven desprecio, ironía o violencia como herramientas de control, las aprenderán también.

Un compromiso social

El acoso escolar no es solo un asunto entre niños: es un reflejo de la sociedad. Escuelas, familias, medios y redes tienen su parte de responsabilidad. Los centros educativos necesitan protocolos eficaces, pero también formación para sus docentes y espacios de diálogo para el alumnado. Las familias deben mantenerse cerca, no solo cuando hay un problema, sino en el día a día.

Como sociedad tenemos que huir de los extremos: ni victimizar en exceso al acosado, condenándolo a un papel pasivo, ni ver acoso en cualquier conflicto, lo que diluye el problema real. Pero sobre todo, no podemos mirar hacia otro lado. El silencio de los testigos es, muchas veces, el combustible que mantiene vivo el acoso.

Amar para transformar

Educar en el amor puede sonar ingenuo, pero es profundamente revolucionario. El amor entendido como respeto, como cuidado, como reconocimiento del otro y de uno mismo… Esa autoestima sólida, que no necesita aplastar para sentirse grande ni callar para no molestar, es la mejor vacuna contra el acoso. Porque un niño que se sabe amado no buscará destruir, y uno que se ama a sí mismo no permitirá que lo destruyan.

El reto, al final, no es solo erradicar el acoso, sino cultivar una cultura del respeto y del amor propio que lo vuelva imposible. Y eso, más que una medida escolar, es una tarea humana.

Perfectas madres imperfectas
Un espacio de Hacer Familia y Ecclesia al día en Trece TV
Con Irene Pozo, Raquel Caldas y María Solano

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