En medio de las frenéticas compras, esta iniciativa que nació de la apuesta personal de una familia, cuenta ya con miles de personas que donan su tiempo y esfuerzo para llenar de juguetes reparados la Navidad de muchos niños.
En tiempos en los que la prisa y el consumo parecen dictar la vida cotidiana, hay iniciativas que nos devuelven a lo esencial: el valor de reparar, cuidar y compartir. Ahora que estamos preparando la Navidad, recogemos este proyecto nacido en la intimidad de un garaje familiar durante la pandemia, y que hoy mueve a miles de personas: “Repara un juguete”. Tras él está Carmen de Carlos, una madre de cinco hijos cuya historia de fe, gratitud y servicio ha encendido una cadena de solidaridad inesperada.
Este proyecto de solidaridad al que están invitadas todas las familias arrancó durante la pandemia, que llegó a casa de Carmen como a tantos hogares: con incertidumbre, miedo y encierro. Pero en su caso también con un agradecimiento inmenso. La familia vivió esos meses unidos y recibió, además, a su quinto hijo. Fue entonces cuando Carmen tuvo un sueño revelador: una invitación a hacer algo por los niños.
Encerrados en casa, rodeados de objetos que se acumulaban sin uso, la inspiración llegó con fuerza. “Sentí que era una oportunidad para revisar, reparar lo que teníamos y compartirlo con quienes no tenían nada”, explica Carmen. El contexto era duro: parroquias y ONG dejaron de recoger donaciones por miedo al contagio, y miles de pequeños quedaron sin juguetes ni recursos básicos.
Así nació “Repara un juguete”. Una invitación sencilla compartida en un vídeo de Instagram: revisar los juguetes de casa, arreglarlos, limpiarlos, cambiar pilas, envolverlos con papel transparente y entregarlos para que llegaran “como nuevos” a otros niños.
La respuesta superó todas las expectativas. “En dos horas tenía más de 50.000 visualizaciones”, recuerda todavía sorprendida.Ese primer año, escoltados por policía y bomberos en pleno confinamiento municipal, recogieron juguetes al aire libre. En el garaje familiar, entre mascarillas y desinfectantes, los cinco hijos de Carmen vivieron una Navidad de entrega que no olvidarían: noches reparando, clasificando, envolviendo… Una aventura que creció como solo crecen las cosas que nacen del amor.
De un garaje a dos mil familias
Cinco campañas después, “Repara un juguete” es un movimiento sólido que reúne a más de 70 voluntarios y dos mil familias inscritas. Cada año recuperan entre 15.000 y 16.000 juguetes, de los cuales más de 10.000 se entregan en perfecto estado a niños que viven situaciones muy difíciles.
Colaboran con 17 parroquias, ONG, casas de acogida y también con las Fuerzas de Seguridad, bomberos y hospitales públicos. Cada mes entregan juguetes en plantas de oncología infantil. La misión es doble: educar a los niños afortunados en el cuidado de sus cosas y la generosidad, y llevar un gesto de amor a quienes atraviesan pobreza extrema, desestructuración familiar o enfermedad.
“Queremos que los niños sientan el abrazo del Señor, de la Virgen, del Niño Jesús, con ese pequeño juguete reparado con cariño”, expresa Carmen.
Historias que transforman
Hablar con Carmen es descubrir que detrás de cada juguete hay una historia. Familias que desde hace cinco años participan con entusiasmo, voluntarios que ofrecen sus furgonetas, personas que vivieron infancias durísimas y hoy dan todo por ayudar a otros niños.
Y, entre todos, una presencia especial: Victoria. “Es un ángel. Repara lo que nadie quiere reparar, trae café, roscones, está siempre en la sombra, pero sosteniendo todo. El año pasado llevó juguetes a Valencia después de la tremenda sacudina de la dana… Es pura luz.”
Carmen confía en la bondad escondida en cada corazón: “Hemos aprendido que la gente es muy solidaria, solo necesita un canal sencillo para volcarse. El ser humano es extraordinario; a veces solo hace falta un empujón para poner nuestras manos y nuestro corazón al servicio de los demás.”
Un regalo que también nos repara a nosotros
“Repara un juguete” no solo transforma la vida de quienes reciben un regalo. Transformó primero la de esta familia y la de quienes se sumaron. En un mundo que invita a desechar, este proyecto recuerda que lo que se repara se vuelve aún más valioso.
Que esta próxima Navidad sea una oportunidad para enseñar a nuestros hijos que la generosidad se aprende tocando, lijando, limpiando, envolviendo… y mirando a otros con ternura. Porque, al final, todos tenemos algo que reparar y algo que ofrecer. Y en ese intercambio silencioso, el mundo se vuelve un poco más humano.
Un matrimonio normal y corriente pero muy especial
Carmen se presenta sin adornos: “Me llamo Carmen de Carlos, tengo 45 años, estoy casada, tengo cinco niños maravillosos…”. Pero su historia va más allá de una familia numerosa. Hace unos años, una fuerte experiencia espiritual cambió su forma de mirar la vida. “Me encontré con el amor del Señor, me sentí infinitamente querida, sostenida incluso en mis debilidades. A partir de ahí comenzó un camino de búsqueda”, recuerda.
Ese camino también lo recorrió junto a su marido, Carlos. “Hicimos un retiro de matrimonios, Proyecto Amor Conyugal, que terminó de dar la vuelta a nuestra vida. Preguntábamos muchas veces al Señor qué quería de nosotros, y ese deseo de escuchar nos llevó por distintos voluntariados.”
La iniciativa de “Repara un juguete” va mucho más allá de lo que las personas que participan en ella donan a quienes más lo necesitan. Quienes más reciben son los que aportan su granito de arena para ayudar a los demás y se dan cuenta de que, al entregar su tiempo y esfuerzo, son ellos los que salen ganando.