Un día, esos preciosos hijos nuestros para los que casi representábamos la perfección, se convierten en adolescentes, se van apartando de nosotros y buscan su propio espacio, su propio tiempo, su propio entorno, su propia vida. Nos corresponde lograr un equilibrio difícil en el que mantengan la convivencia y les dejemos crecer.
Es un equilibrio difícil porque también nos corresponde que las normas y los límites del hogar se sigan respetando, que la tónica general de la casa sea la alegría, que podamos seguir construyendo recuerdos de familia y que permanezcan abiertos los cauces de diálogo.
Al mismo tiempo, nos toca aceptar que una parte del proceso de aprendizaje requiere que les vayamos dando más libertad, que les dejemos tomar sus propias decisiones, que confiemos, incluso, en sus errores, difícil camino necesario para aprender y crecer.
Hoy te traemos algunas claves que te ayudarán para reflexionar cómo seguir este proceso. Nos encantará si nos cuentas también otras ideas que ayuden a los padres. Déjanoslas en tus comentarios.
1 Espacio personal, pero también espacio común.
Nos toca aceptar que ya no nos cuentan todo, que hay tiempos, espacios y personas en su vida en los que no estamos. Y a ellos, que hay tiempos y espacios comunes.
2 Soltamos amarras, pero establecemos límites.
Poco a poco, hay que darles cotas de independencia, aunque nos dé miedo perder el control. Eso sí, siempre con los límites claros y la puerta de casa abierta.
3 Es mejor que confiemos, aunque a veces tropiecen.
A veces no podemos evitar que tropiecen y ahí tenemos que aguantarnos ese “te lo dije” que ya les ha dicho la vida. No importa caer, nos tienen para volver a empezar.
4 En todo momento, amabilidad, aunque cueste.
Es condición indispensable para garantizar la convivencia. Garantizamos sus tiempos, espacios y privacidad, pero tienen que responder con amabilidad.
5 El respeto nunca se pierde: educación y diálogo siempre.
En la adolescencia hay que aceptar esa distancia que ponen, pero no las faltas de respeto. Es una línea roja que compartimos y explicamos con diálogo y paciencia.
6 No es personal, es que las hormonas son complicadas.
A veces parece que nos odian pero no nos lo podemos tomar como algo personal. Es una etapa de emociones complejas que ni ellos mismos saben gestionar.
7 Ya no son los que eran, son las personas que son ahora.
No podemos pasarnos la vida añorando los niños que fueron porque entonces nos perderemos a los adolescentes que son y a los adultos que llegarán a ser.
8 No nos quedamos atrapados en los pequeños defectos.
Porque si sólo resaltamos lo malo, nos encerramos en espirales de violencia verbal, de desconfianza y de enfrentamiento de las que cada vez es más difícil salir.
9 Todos los días recordamos todo lo bueno que tienen.
Y se lo decimos. En ese momento de intimidad de familia, en esa cena compartida, porque así se mantiene la alegría del hogar y el sentido de pertenencia.
Recomendación literaria

Cómo tratar a los adolescentes. Guía para padres que quieren tener éxito
James B. Stenson
¿Quiénes son los padres con éxito? Simplemente, son los padres que educan a sus hijos con éxito y se dan cuenta, por lo menos da forma intuitiva, que tienen una sola oportunidad, y solo una, de educar bien a sus hijos. Saben que cuentan solo con los primeros 16 o 18 años de la vida de cada hijo, y frecuentemente aún menos, para preparar a ese joven o a esa joven para su felicidad futura.
En nuestros días prevalece un mito ensalzado en muchos libros «pare padres»: la adolescencia es una experiencia traumática, que destroza emocionalmente tanto a los padres como a los hijos. Pero parece un hecho comprobado que la mayoría de las familias a lo largo de la historia no han tenido problemas graves en la educación de los adolescentes.
Al parecer, la solidez de la familia es muy importante para conseguir ese éxito. Pero, incluso en sociedades occidentales modernas, donde la tal solidaridad familiar ha sido vapuleada, innumerables padres están haciendo une stupendo trabajo con la educación de sus hijos.
No hay tiempo, por consiguiente, para postergar o demorar lo que hay que enseñar ahora. Es demasiado lo que está en juego. Se necesita urgentemente, un esfuerzo persistente e implacable, poniendo en acción todas nuestras capacidades. Esta lucha es cansada, pero vale la pena. Y este esfuerzo ofrece a los hijos una muy buena formación.