La amabilidad… esa virtud tan delicada y tan importante.
Porque podemos ser extremadamente bondadosos, pero, si no somos amables, no sirve de nada. La bondad se diluye en la antipatía.
Sin embargo, esforzarse por ser amables en el día a día es la mejor garantía de que esa amabilidad, casi contagiosa, será la norma que marque nuestra vida.
Te dejamos unos cuantos trucos para que interioricemos esa virtud de la amabilidad a través de pequeños hábitos cotidianos.
1 Por la mañana, los buenos días, en persona o mensaje.
Así, el día empieza bien para toda la familia. Todos nos sentimos queridos y nuestra casa se convierte en el lugar seguro al que poder volver vaya como vaya el día.
2 Al volver a casa, escuchamos a los demás.
No se trata simplemente de preguntar, sino de escuchar lo que el otro nos quiera contar, aunque no sea lo que nosotros queríamos saber. La amabilidad sabe escuchar.
3 Esas pequeñas tareas de casa se piden ‘por favor’.
El día a día requiere no pocas dosis de esfuerzo. Todos tenemos que colaborar, pero si pedimos las cosas ‘por favor’, la vida cotidiana parecerá más sencilla.
4 También agradecemos los favores del día a día.
Porque agradecer los pequeños detalles cotidianos que los demás tienen con nosotros nos ayuda mucho a generar ese clima de amabilidad que buscamos.
5 Corregimos siempre con cariño y esperanza.
Educar bien no puede estar reñido con la buena educación. Si tenemos que mejorar una conducta, que sea con palabras amables y con voluntad de mejora.
6 Las personas amables son también personas amadas.
‘Amable’ no sólo significa que es cariñoso y educado con el resto. También significa que es digno de ser amado. Por eso la amabilidad invita a la amabilidad.
7 Al terminar el día, nos deseamos buenas noches.
Y nos decimos un ‘te quiero’ antes de retirarnos a nuestras oraciones y nuestro rato de lectura. Porque así, la familia será ese refugio al que todos pertenecemos.
María Solano Altaba
Directora Hacer Familia
Profesora Universidad CEU San Pablo