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Javier Urra, Primer Defensor del Menor. Psicólogo Clínico y Forense

El niño prepotente

Niños prepotentes
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Por Javier Urra, Primer Defensor del Menor. Psicólogo Clínico y Forense
     

Se caracteriza por mirar al mundo desde una estatura imaginaria. Hemos de preguntarnos quién le alzó a un lugar tan irreal como peligroso. Los niños, como los adultos, han de ser sencillos y poco engreídos, pero cuando a un niño se le aplaude todo lo que hace o dice corremos el riesgo de que minimice a los demás.

El niño superlativo resulta ridículo y muchas veces es como un adulto reducido de tamaño. Siempre han existido los sabelotodo, los de punto redondo, los que están en posesión de la verdad.

Los niños han de jugar con otros niños y aprender de ellos y si bien ha de fomentarse la asertividad, no ha de abandonarse nunca el ser afable, cariñoso, cooperativo y sencillo.
Siempre me han asustado los niños prodigio, ya sea ante el tablero del ajedrez o el instrumento musical, y es que sus compañeros y amigos acaban aborreciendo al que empalaga con sus aseveraciones, al que dicta y escucha poco...

Una cuestión de educación

Como siempre, los niños son en gran medida el resultado de la educación, de las expectativas puestas en ellos, y lo que hoy puede resultar gracioso, el día de mañana se convierte en un bochorno. Los niños han de ser no más que niños, ingenuos y expectantes. Vivir en la seguridad y más cuando se es pequeño, es convivir con el error.

Algunos niños utilizan sus conocimientos para lastimar a los otros, para humillarlos, para diferenciarse. Recuerdo de niño que cuando algún compañero nos comentaba que su padre era capitán de barco, o jefe de..., el niño se hinchaba cual pavo real.


Es importante que los niños perciban que lo que se es en la vida se ha de alcanzar por uno mismo, que el orgullo no se adquiere por lo heredado.


Si pensamos bien en los ingredientes que hacen de un niño un perdonavidas, un "number one", un "chulito de playa", veremos que o bien es un mecanismo para superar algo vivido como defecto o, simplemente, se le ha reído mucho la gracia y ha perdido a corta edad la perspectiva.
Si hay algo que me molesta es un niño que ridiculiza al abuelo que le acompaña, o al tendero de la papelería que habla de forma engolada, que apunta maneras del estúpido adulto que sin querer estamos conformando.

No hagamos de los niños lo que no les corresponde, resituémoslos cuando así lo demanden, hagámosles ver lo atractivo que resulta ver, escuchar y aprender de los demás y aportar sin excesiva vanagloria.

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