Publicado 05/03/2012 01:35

¡Esfuérzate un poco más!

Hace solo lo que le apetece, se queja cuando algo le cuesta, no consigue estar sentado más de 10 minutos en su mesa haciendo los deberes ¡qué poco se esfuerza! No desesperemos. Hay que ponerle metas, hacerle comprender el placer que proporciona terminar la tarea bien hecha y sobre todo, predicar nosotros con el ejemplo.

Los padres, además de ser un referente a la hora del esfuerzo, son los que más felicitan a sus hijos por sus logros, y son también los que más les animan a no ser perezosos. También los profesores cumplen con este papel.

Predispuestos a esta edad

Entre los 7 y los 12 años se encuentra la etapa ideal para educar en el trabajo y en el esfuerzo.

Pero para que el trabajo y otras actividades de la vida sirvan como medios de educación, tenemos que dar prioridad a la persona, a nuestro hijo, no al resultado final. Importa más su trabajo y esfuerzo, en lugar del nivel objetivo alcanzado, aunque una cosa llevará a la otra.

Por lo tanto, es preciso ofrecerles las razones de su trabajo, despertando en ellos la satisfacción de la obra bien hecha. Además, hay que trabajar bien, lo que conlleva el esfuerzo y el ejercicio de la fortaleza. Solo lo bien hecho educa. Si no hay esfuerzo, no es posible adquirir virtudes.

La fuerza de voluntad da felicidad

Una voluntad fuerte es un elemento imprescindible de felicidad y muchos jóvenes carecen de esa fuerza de voluntad porque han sido educados en una atmósfera de permisivismo, fruto de un mal sentido de la libertad. Por otro lado, tampoco una educación basada en la pura obligación y el deber, favorece una personalidad equilibrada. Debemos hacer descubrir a nuestro hijo que cuando nos esforzamos en hacer una cosa bien, en obedecer, en terminar la tarea, nos encontramos bien por dentro y el resultado es mejor.

Otras veces, los padres con un cariño mal entendido, pretenden evitar a sus hijos las dificultades de la vida. Los protegen y sustituyen, llevándoles sin darse cuenta hacia una vida cómoda sin exigencias, donde por poco o nada de esfuerzo consiguen todo lo que quieren. Más que proteger a los niños para que no sufran, se trata de acompañarles para que puedan superar el sufrimiento, ayudándoles a no tener miedo a los riesgos y fracasos.

Cómo animarle a esforzarse

La mejor herencia para ellos consiste en dotarles de capacidad para valerse por sí mismos, que sean capaces de ser útiles a la sociedad, entre sus compañeros, dando alegrías a sus padres.

Por lo tanto, no hay que tratarles siempre como a niños. Cada edad y personalidad debe ir acompañada de una responsabilidad, y en esa tarea se debe esforzar. Por otro lado, es de vital importancia que en casa haya orden y exigencia. Además, no debemos permitir que se acostumbren a hacer en cada momento lo que les apetece y no lo que deben (muchas veces siguiendo nuestro propio ejemplo). A veces, convendrá renunciar a cosas buenas para robustecer nuestra voluntad, e ir alcanzando la madurez, por ejemplo, dejar el último bombón al amigo, terminarse el plato de verduras... Otras veces, interesará crear las ocasiones, como por ejemplo una excursión en la que se ande mucho.

Para pensar...

Algunas ideas que ayudan a esforzarse más:

-Un horario de tarde o de fin de semana, desarrolla su capacidad de autoexigencia. Que no sea ni agobiante ni fácil, así siempre sabrá lo que tiene que hacer y lo que no.

-Terminar lo que se ha empezado, como una actividad extraescolar deportiva en el curso.

-Exigir perfección en los deberes, de acuerdo con su madurez y edad.

-Hacer de vez en cuando lo que no le apetece y no es su encargo, como algún recado molesto, robustece su voluntad.

-Intentar que haga él algo, antes de hacérselo tú.

-Exigirle autodominio en sus impulsos: mal humor, impaciencia, curiosidad...

-No permitir quejarse de las contrariedades que no tienen mayor importancia.

-Acostúmbrarle a asumir sus responsabilidades.