Publicado 02/03/2012 12:53

Aprendiendo a despegarse

Muchos niños experimentan una gran angustia relacionada con la separación de las personas a las que están apegados. lo que depende mucho del temperamento y sensibilidad del niño, pero en general, se caracteriza por un rasgo común: se trata de pequeños que experimentan una ansiedad desproporcionada cuando se separan real o supuestamente de sus padres.

Mecanismo de defensa

Este tipo de sentimientos no son considerados negativos siempre y cuando se mantengan dentro de unos límites. Además, tenemos que tener en cuenta que este comportamiento responde a un mecanismo protector del propio niño. Es decir, nuestro hijo desea estar a nuestro lado porque, sencillamente, es consciente de que le protegeremos y cuidaremos de que no le ocurra nada malo.

Angustia a la separación

El miedo a la separación tiene algunos síntomas claros: trastornos del sueño, despertar nocturno, problemas de comportamiento, dificultades escolares... También es habitual que aparezcan ciertos síntomas de carácter físico como dolores de cabeza, vómitos, etc. Algunos niños, además, manifiestan su ansiedad mediante pataletas, súplicas y lloros. Y todo ello con un único fin: que sus padres no le dejen solo ni un instante.

El aprendizaje de la separación

La mejor medicina para un pequeño muy apegado suele ser el apoyo de sus padres. Está demostrado que no existe nada como el constante apoyo paterno para que un niño consiga adquirir esa autonomía de la que tanto adolece. La separación puede ser un sufrimiento si no se prepara o se explica, si se produce demasiado pronto en la vida del bebé o, también, si conoce poco a la persona que lo acoge. Por eso, un buen truco en estos casos es habituarle poco a poco a pasar algún tiempo con sus abuelos o con sus primos; con personas, en definitiva, en las que confíe y quiera. De este modo, le resultará mucho más sencillo aprender a asimilar la separación.

No podemos desaparecer

Cuanto antes se intervenga en la vida del niño, más posibilidad hay de que progrese rápidamente. Pero para enseñar al niño a superar su miedo a la separación no vale cualquier fórmula. Un error en el que podemos caer los padres es dejar a nuestro hijo con alguien que lo cuide y marcharnos aprovechando que está dormido. Para el niño puede suponer una tremenda angustia despertar y ver que nos hemos marchado sin despedirnos de él, sin decirle cuándo volveremos. Hemos desaparecido y nadie le ha avisado de nuestra ausencia; su angustia aumentará, pudiendo incluso llegar a trastocarle el sueño. El niño desarrolla esta reacción porque ve peligroso dormir: sus padres pueden desaparecer. Por eso, es recomendable que siempre que vayamos a ausentarnos, se lo hagamos saber al pequeño.

Entender la separación

Es preciso anunciarle que nos vamos a ausentar, que volveremos, que entendemos su tristeza, pero que la vida no se detiene por eso. El niño acepta estas palabras dichas con cariño y comprende lo que le dicen sus padres, aunque la separación sea dolorosa. Si es un niño mayor es conveniente recurrir a su afán por crecer, que le permitirá aceptar una separación temporal.

Crisis de llanto

Con frecuencia ocurre que, al dejar al niño en la guardería, en casa de algún familiar o con la niñera, le entre una crisis de llanto ante la separación que todo esto supone. En este caso, los padres hemos de reaccionar serenamente, para demostrar al niño que tiene derecho a llorar, pero que no está viviendo una catástrofe. No se trata de comportarse con indiferencia, sino de tener una actitud tranquilizadora. Es aconsejable que los padres nos marchemos sin esperar a que el niño se calme. Con frecuencia los llantos cesan en cuanto los padres se dan la vuelta.

Sin embargo, es importante preguntar cómo ha pasado el día el niño cuando vayamos a recogerlo. ¿Han durado mucho los llantos? ¿Se ha puesto a jugar enseguida? Si el niño ha llorado demasiado tiempo o si ha permanecido indiferente, desanimado, sin moverse, los padres deben prestar a atención, reconsiderando las circunstancias o el modo de cuidarle.

Para pensar...

- Animemos a los amigos de nuestro hijo a que vengan a casa a jugar.

- No faltemos nunca a nuestra palabra. Si prometimos al niño ir a recogerle a una hora determinada estemos allí puntualmente.

- No hay nada mejor para aprender a separarse que practicando. Si todos los fines de semana, por ejemplo, dejamos a nuestro pequeño una hora con sus abuelos llegará un momento en que no sólo no sufra ningún tipo de ansiedad sino que, por el contrario, estará deseando que llegue el sábado.

- Evitemos controlar constantemente a nuestro pequeño. Aunque sea en casa debemos darle una cierta independencia y libertad. De este modo, aprenderá a estar solo y no necesitar nuestra constante compañía.