¿Cómo podemos potenciar el desarrollo sensorial y motor de nuestros hijos este verano? Os dejamos algunas claves que podemos poner en acción simplemente con el entorno que nos rodea.
Cada estación del año tiene sus cosas. Con el calor, los días más largos y las vacaciones tenemos la oportunidad de estar en entornos mucho más conectados con la naturaleza.
Entornos ricos en experiencias sensoriales:
La arena de la playa caliente y fría, que cubre nuestra piel y sentimos la granulosidad es una bomba sensorial para nuestra piel. El agua del mar y el césped de la piscina. El olor del mar, aire fresco que nos conecta con el agua salada…
Y todos estos estímulos sensoriales nutren nuestro sistema nervioso, porque el cerebro realmente necesita estas sensaciones.
Desde antes de nacer, empezamos a captar información procedente tanto fuera del cuerpo como de dentro y vamos aprendiendo a integrarlos poco a poco. El feto siente el movimiento de la madre y ajusta su cuerpo mientras escucha lo que está pasando fuera del útero materno.
Se nace con esta capacidad de captar e interpretar la información sensorial, pero es a través de las experiencias y la vida por las cuales vamos respondiendo al entorno. Por ejemplo, el gateo, uno de los primeros desplazamientos autónomos del ser humano mediante el cual, el niño percibe algo en primera instancia (objeto atractivo o persona…) a través la vista para querer desplazarse, poniendo en acción todo el cuerpo.
Este desplazamiento sumamente complejo requiere del niño habilidades motrices y sensoriales que, a la vez, seguirá desarrollando y perfeccionando mientras gatea. Estas habilidades, se conforman como los cimientos para otras más complejas como la atención, el lenguaje o el aprendizaje académico.
De este modo, el cerebro necesita aprender a través de las sensaciones hasta los 7 años a través del juego y la exploración. Por lo que, este verano, vamos a proveer a nuestros niños de actividades sensoriales y motrices que les aporten equilibrio y les den una buena base en el desarrollo.
Ejemplos prácticos
1. Jugar en el suelo (sin límite). El suelo es el gran maestro del desarrollo humano, nos da la posibilidad de vencer la gravedad y adquirir diferentes posturas (gateo, arrastre, tumbado boca abajo…) y gracias a mantener esta serie de posturas en el suelo nuestros músculos se desarrollan. La gravedad nos prepara.
Tu niño necesita explorar con el cuerpo, déjale que lo intente una y otra vez y que aprenda. Para ello, necesitará de tu confianza, tiempo y paciencia.
Además, en el suelo podrá descubrir diferentes experiencias sensoriales táctiles como la arena, el césped… que le dotará de un mejor esquema corporal (conocimiento de su cuerpo). El sistema vestibular (equilibrio) también se desarrolla y se integra con el movimiento. Por eso, déjale que explore y sienta con el cuerpo. Es positivo, de igual forma, que vayan descalzos y sientan de esa manera con la planta del pie.
2. Más caricias. Los estudios nos enseñan que, para que una persona se desarrolle de forma equilibrada necesita sentir el cuerpo de su madre y padre. Piel con piel. Este contacto piel con piel genera oxitocina, conocida como la hormona del amor.
La oxitocina potencia nuestra plasticidad cerebral gracias a la creación de nuevas conexiones neuronales, es decir, mejora nuestros procesos de aprendizaje. También es un gran regulador emocional, un buen abrazo calma y desestresa.
Este verano… ¿Qué tal sin nos abrazamos más? ¿Más contacto? ¿Más piel con piel? ¿Más amor?
3. Movimiento en familia. Crear hábitos de actividad física en familia generará estilos de vida saludable en nuestros niños. En una sociedad cada vez más sedentaria es importantísimo fomentar el movimiento desde la infancia para prevenir enfermedades futuras.
Nadar, ir de rutas de senderismo, caminar por la playa o montaña, montar en bicicleta, juegos deportivos en equipo… Cualquier excusa es válida. El reto es desplazarse a pie y moverse mínimo 1 hora al día. ¿Preparado?
4. Utiliza el olfato y el gusto. No nos damos cuenta de la increíble variedad de sensaciones olfativas y gustativas que hay a nuestro alrededor. ¿Sabes por qué? Porque no les prestamos atención.
Y el olfato forma parte de nuestro sistema inmune, nos defiende de patógenos y bacterias y, además, nos ayuda a localizarnos en el espacio. El olfato está muy relacionado con el gusto.
Es por ello que debemos prestar atención a lo que comemos, sin distracciones ambientales (tv, móvil…). Pararnos a percibir los distintos olores y sabores.
El poder conectar en estos aspectos nos permitirá entrar en contacto con nuestra memoria y las emociones, al igual que relacionarnos mejor con el entorno que nos rodea.
Cada persona interpreta el mundo de forma diferente, el problema está cuando crecemos con un desequilibrio en nuestra base del desarrollo sensorial-motor. Como padres y madres podemos fomentar actividades que mejoren el desarrollo de estas habilidades en la primera infancia y si observamos desafíos en el día a día del niño, buscar la ayuda de un especialista en infancia.
Laura Fajardo Terapeuta Ocupacional CEO Proyecto Pasitos www.proyectopasitos.es [email protected] IG: proyecto_pasitos