De entre las líneas rojas de la educación, posiblemente esta es una de las más importantes. Las faltas de respeto no se pueden tolerar nunca. Y si se producen una vez, hay que frenarlas en seco.
Hay que prestarle enorme atención porque engendran espirales de mal comportamiento y de violencia que, si no se frenan pronto, amenazan con enturbiar las relaciones familiares en todos los ámbitos.
El respeto a las ideas del otro es un aprendizaje fundamental en la vida. No se trata de una falsa tolerancia sino de una verdadera concepción de la dignidad de la persona que tenemos frente a nosotros.
¿Por qué no podemos dejar que crucen esas líneas rojas y que falten al respeto?
1 Porque el respeto está por delante de las opiniones.
Tenemos que enseñarles desde pequeños que, defender sus ideas frente a otro no implica criticar a la otra persona sino criticar las ideas que el otro defiende.
2 Porque las faltas de respeto hieren y dejan cicatrices.
Cuando se entra en una espiral de faltas de respeto, se desacredita al otro con todo lo que guardamos del pasado. Las cicatrices se vuelven a abrir y no sanan.
3 Porque el que falta al respeto se desacredita.
Gritar, perder los nervios, dar un portazo, cualquier falta de respeto muestra que, quien la comete, no tiene argumentos sólidos en los que apoyar su opinión.
4 Porque atacan a la persona y no a sus argumentos.
El problema es que no se establece un diálogo entre dos posiciones encontradas sino un monólogo que desacredita al otro como persona, no rebate sus ideas.
5 Porque las faltas de respeto son hirientes y ofensivas.
No es sólo un “déjame en paz” sino un “erse un tal”. Y eso va dejando huella en las demás personas, que se sienten menospreciadas y les causa mucho dolor.
6 Porque se genera un clima irrespirable en la familia.
Aceptar las faltas de respeto se parece a abrir la caja de Pandora de las tempestades. Una vez que se entra en esa espiral de violencia verbal, el ambiente se vuelve violento.
Cómo podemos educarlos para que respeten a los demás:
Tenemos que ser su ejemplo. Nuestros hijos aprenden en gran medida por imitación. Es vital que vean cómo tú, como padre, respetas las opiniones de tu pareja, de tus amigos o incluso de personajes públicos con los que no estás de acuerdo. También tenemos que respetar las opiniones de nuestros hijos y, si no las compartimos, explicarles la razón. Debemos enseñarles con el ejemplo que se puede debatir sin perder el respeto, utilizando un tono tranquilo y una escucha activa, como señala la revista.
Fomentamos la empatía. Les ayudamos a ponerse en el lugar del otro. Pregúntale, «¿Cómo crees que se siente tu amigo cuando le dices eso?» o «¿Por qué crees que tu hermana piensa de esa manera?». Practicar la empatía es clave para que entiendan que cada persona tiene sus propias razones y sentimientos.
Validamos sus emociones. Es importante que tu hijo sepa que sus sentimientos y opiniones son valiosos. Escúchale con atención y no desestimes sus ideas, aunque no estés de acuerdo. Al sentirse respetado, será más propenso a respetar a los demás. Eso no significa que demos por buenos sus planteamientos, sino que los aceptamos como una forma de ver las cosas pero les explicamos que hay más.
Les enseñamos a argumentar, no a imponer. A menudo, los niños confunden debatir con tener la razón. Enséñales a expresar sus ideas con claridad y a escuchar las del otro. Puedes practicar en casa con temas sencillos, como decidir qué ver en la televisión o qué comer en la cena.
María Solano Altaba