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El difícil equilibrio entre guiar y dejar volar

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Si tuviéramos manual de instrucciones y bola de cristal, si con un solo toque de varita mágica pudiéramos garantizar que la educación que estamos dando a nuestros hijos no sólo es la correcta sino también la que ellos necesitan, todo sería sencillo. Pero no. No es tan fácil. 

Lo cierto es que nunca sabemos si debemos ser más laxos o más estrictos. Nos cuesta mucho decidir si aquí hay que poner un límite o hacer la vista gorda. Si debemos indicarles lo que tienen que hacer o les toca decidir por ellos mismos. 

Y en ese difícil equilibrio, lo único que podemos hacer los padres es marcar las pautas, acompañar y rezar mucho para que todo salga bien. 

Marcamos el camino, pero aceptamos que son libres

Nuestros hijos son personas libres y eso a veces nos frustra. Es bueno asumir que nosotros enseñamos lo mejor que podemos, pero no tenemos varita mágica.

Dejarlos volar significa que a veces se equivocan 

Duele que sufran cuando se lo podríamos haber evitado. Pero de los errores se aprende y nuestra labor es animarlos a levantarse y volver a empezar.

Para aprender a volar hay que caer, sufrir y crecer

A veces parece que se van a estrellar contra el suelo. Sabemos que están pasando miedo y preferirían volver. Pero de pronto, descubren que pueden ellos solos.

Les damos mapa, brújula y destino… y confiamos

En ese difícil equilibrio, nosotros tenemos que hacerlos capaces de valerse por sí solos y guiarse en el mundo. Después, sólo nos queda confiar y rezar.

Aunque vuelen alto y lejos, aquí siempre estará su nido

Nuestro hogar es ese lugar seguro y luminoso, espacio de alegría compartida donde, si algo sale mal, no juzgamos, los queremos y los ayudamos superarlo para que sigan.

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