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De 0 a 6 años hay que cuidar mucho los estímulos que reciben los niños

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La etapa infantil es fundamental en la evolución del niño, ya que se encuentra en pleno desarrollo físico, mental y emotivo. Debemos educar las tres dimensiones de nuestros hijos, por eso es tan importante llenar de conocimientos y estímulos sus cerebros, así como trabajar su motricidad y sus habilidades sociales, sentimientos y emociones; es decir su parte afectiva.

En esta etapa los niños son como esponjas que absorben todo lo que ven y se les dice; por eso tenemos que cuidar los estímulos. Resulta imprescindible desarrollar sus cinco sentidos.

La música va ayudar a estimular su cerebro y a favorecer la adquisición de otros idiomas. La vista y el tacto también son básicos para su aprendizaje, tienen que tocar y mirar todo para grabarlo en su cerebro, de ahí que debamos facilitar experiencias educativas manipulativas a nuestros hijos.

Para una plena adquisición del lenguaje, les ayudaremos hablándoles mucho y con propiedad, evitando palabras de bebés como «bibe» por biberón, «tete» por chupete etc. Nuestros hijos, aunque sean pequeños deben aprender hablar con propiedad y nosotros somos su modelo de aprendizaje.

Muchas familias están muy concienciadas de ofrecer a sus hijos una gran cantidad de conocimientos desde pequeños, pero no podemos descuidar ni la parte física de la persona ni la emocional.

Un ambiente positivo en la familia

Para que todo se desarrolle correctamente, es importante crear un buen ambiente familiar, positivo y agradable. El entorno del niño es decisivo para su desarrollo cognitivo y afectivo. Sonrisas, felicitaciones, ánimos, besos, caricias, o un tono adecuado del habla, son factores que ayudan a crear ese clima familiar además de una estimulación cognitiva y física. La imagen que aprenda cada niño de sí mismo le ayudará a crecer en todos los sentidos, por eso es importante trabajar su autoestima.

Asimismo, los niños necesitan sentirse útiles dentro de su familia y del entorno en el que se desenvuelven. Probemos a ponerles encargos o tareas, pequeños retos que sean capaces de hacer. Esa superación les motivará para seguir creciendo y buscar nuevos objetivos; para querer hacerse mayores, al mismo tiempo que les ayudan y les enseñan a ser responsables. Cuanto más autónomo es un niño, más feliz y seguro se siente, cuanto menos autónomo sea, más inseguridades y miedos con lo cual menos feliz será.

Las responsabilidades y tareas tienen que ser graduales y adecuadas a su edad, reconocer siempre sus esfuerzos y éxitos y, por supuesto, animarles a seguir intentándolo. La sobreprotección no favorece la estimulación de las distintas dimensiones de la persona. Si nos adelantamos a cualquier acción de nuestro hijo, porque nosotros lo hacemos mejor y más rápido, o porque a él no le apetece, le privamos de ese aprendizaje, del ensayo-error y de su maduración. Si le criticamos, reñimos o amenazamos porque no sabe o se equivoca, también le estamos privando de ese aprendizaje, porque no va a querer hacerlo.

Fijarse en lo bueno

Con los hijos hay que ser cariñosos, pero al mismo tiempo exigentes en sus obligaciones y cumplimiento de normas de convivencia. Evitemos amenazas, castigos y chantajes, siempre se consigue más por las buenas que por las malas.Nos encontramos ante una sociedad multitarea a la que se le comen las prisas, el estrés de llegar a muchas cosas, las quejas, las protestas, los derechos, los enfados… y así es difícil educar a las nuevas generaciones en positivo. Necesitamos parar a reflexionar qué es lo importante en cada momento, qué es prioritario y ponerle buen humor, ganas y una sonrisa para conseguirlo.

Si un niño vive en un ambiente de continuos gritos y enfados, aprende a gritar y enfadarse. Si un niño vive criticado aprende a criticar a los demás. Si un niño vive con tolerancia aprende a ser tolerante. Si un niño vive con aprobación aprende a quererse. Si un niño vive en un ambiente feliz y positivo aprende a ser alegre y optimista.

Si tu hijo destroza los juguetes y se pelea con otros niños, tal vez no ha aprendido a jugar. El juego es una necesidad básica de la etapa infantil para su aprendizaje y desarrollo, pero hay que enseñarles a jugar, a disfrutar jugando y aprendiendo al mismo tiempo, a cuidar de las cosas, el último juego debe ser siempre el de recoger. El exceso de juguetes mata la imaginación, crea aburrimiento y desorden, es más aconsejable más juegos en familia que muchos juguetes.

Nuestros hijos, lo mejor de nuestras vidas

Nuestros hijos son los mejores hijos que tenemos, cada uno es único e irrepetible porque son fruto del amor. Que los hijos salgan bien no es cuestión de suerte sino del esfuerzo, la constancia y el trabajo diario de los padres. No siempre lo hacemos bien porque no existen los padres perfectos, ni la familia perfecta, muchas veces nos equivocaremos, pero lo importante es estar ahí intentándolo. Educamos todas las horas del día, 365 días del año, todos los años de nuestras vidas. Nuestros hijos se merecen todo nuestro amor y cariño, sin caprichos excesivos, han de aprender a valorar lo que tienen desde pequeños.

Se merecen todo nuestro apoyo con positividad y objetividad. Tal vez no son los mejores del mundo en deporte, en estudios o en otra habilidad, tienen sus defectos como los tenemos nosotros y el resto del mundo, pero eso no importa. Lo fundamental es descubrir juntos el talento que cada uno lleva en su interior y ayudarle a sacar el máximo potencial con cariño y afecto, con confianza, tener fe el él, sin considerar el tiempo que pueda costar conseguirlo.

Regalar halagos y armarse de paciencia

Para una buena estimulación y un buen ambiente familiar hace falta orden en nuestras vidas, pero también mucha paciencia, esa paz para poder hacer y esa ciencia para saber cómo. Y cuando perdemos los nervios lo mejor es dar media vuelta y contar hasta 10 respirar profundamente y volver a empezar.

Necesitamos ser positivos y optimistas, muchas personas tienden a ser negativas y a quejarse continuamente. En ocasiones vemos antes los defectos de nuestros hijos o parejas que sus virtudes, nos fijamos en lo que ha hecho mal y no en lo que ha hecho bien, generalmente porque pensamos que su obligación es hacerlo bien, que parcos en reconocimientos somos, hay que felicitar más por sus logros.

Un lema que tengo en mi clase es «cuento las cosas buenas de los demás, no las malas», » nos alegramos por los pequeños logros de cada uno, olvidamos de las quejas y las críticas o protestas». Al principio les cuesta porque tienden a chivarse de los demás, pero, poco a poco, van cambiando y ya no soy yo la que felicita por su buen hacer, son ellos de forma inconsciente los que felicitan a sus compañeros.

Seamos generosos en regalar sonrisas, reconocimientos, felicitaciones, halagos, convirtámoslo en una práctica diaria de nuestra vida, con nuestros hijos, pareja, familia, amigos, compañeros de trabajo para ver la vida más positiva y por tanto a favorecer ese clima positivo y agradable tan necesario para educar a los hijos y para la vida misma.

Cristina Gil Gil. Profesora de Educación Infantil y moderadora familiar. Autora del libro La Profe responde»y del blog «Ideas para crear y disfrutar»

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