Actualizado 22/06/2022 13:06

El efecto Shakespeare: así influye la lectura en el cerebro

El efecto Shakespeare
El efecto Shakespeare - ISTOCK

Científicos de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) han demostrado que el modo que tenía el dramaturgo William Shakespeare de usar el lenguaje hace que el cerebro se "excite" de un modo peculiar.

En concreto, la costumbre del autor inglés de convertir verbos en sustantivos y sustantivos en verbos aumenta el efecto dramático de las palabras, sin que el lector deje de percibir su significado.

"Shakespeare sorprende al cerebro, lo coge desprevenido de tal modo que produce un estallido de actividad", explican los investigadores, que estudiaron la actividad cerebral de una veintena sujetos mientras leían la obra del escritor británico. Por eso, concluyen, sus textos dejan "una huella imborrable en el cerebro".

Hablan nuestros autores sobre la influencia de la lectura

Hacer Familia ha pedido a alguno de nuestros autores favoritos que nos den su experta opinión sobre el mundo de la lectura, sus consejos y experiencias. Y esto es lo que nos han contando:

El efecto Shakespeare

JULIO CÉSAR ROMANO
Si eres niño, poco te puedo decir. Tú sabes que los libros, cuando están a tu alcance, son tan divertidos como los juguetes. Te gusta pasar las páginas, ver los dibujos y muy pronto, o ya, juntar las letras y descubrir el tesoro que hay allí escondido. Que nadie te quite los libros y tenlos siempre cerca cuando vayas haciéndote mayor.
Si eres un adolescente, párate, detente, frena tu vida, coge un libro y disfruta. Sí, disfruta. Hay un libro hecho para ti. Tu libro. Debes descubrirlo. Tu imaginación tiene ganas de recrear los paisajes, los personajes, las acciones que leas. Es mejor que no piensen por ti, que no imaginen por ti, que no ten todo hecho. Disfruta de un buen libro mientras escuchas tu música preferida. Olvídate de todo lo demás, mensajes, correos, redes. No te arrepentirás.
Los padres podemos conseguir que nuestros hijos sean lectores desde que son muy pequeños. Así, de inicio, se me ocurren algunos trucos. Puedes leerle cuentos cuando se sienta en el orinal, dejar los libros a su alcance, tener una buena biblioteca, leer tú también porque te gusta, acompañarles en las lecturas del colegio -sirve para comentar después lo que hemos leído-, aconsejarles algunos libros, llevarles a las bibliotecas, hay cuentacuentos. Como ves, tu trabajo es fundamental. Me gusta una campaña que hubo hace tiempo para los padres, "Si lees, leerán".
Recuerdo que... cuando yo era pequeño, tampoco hace mucho, en mi casa había pocos libros y los leía una y otra vez. Encima, uno de ellos era 'Las siete bolas de cristal de Tintín'. Si no lo sabes, tenía continuación y siempre me quedaba con las ganas de leer la segunda parte, 'El templo del sol'. Tuvieron que pasar unos años hasta que lo conseguí. Aún sigo leyéndolo con muchísimas ganas una y otra vez. Cuando he tenido acceso a más libros, he leído todo lo que puedo. Tengo un tiempo para hacerlo y creo que es la única forma de conseguirlo. Aunque sean quince minutos. Al final de año, habrás leído muchos libros. Eso sí, no lo hagas por la cantidad, hazlo por ti mismo, ya que un libro te aporta más que otros entretenimientos.

LUIS RAMONEDA
Si eres niño, di a tus padres o a tus abuelos que te lean o cuenten cuentos; y, si ya sabes leer, no dejes ningún día de dedicar un ratito a la lectura. Trata de inventarte algún cuento o haz un dibujo para ilustrar los que te cuenten o lean... o disfrázate de Gato con botas o de lo que sea. Lee para contar cuentos a tus hermanos pequeños.
Si eres un adolescente, ten personalidad, no te dejes llevar demasiado por los comportamientos masificadores ni por el furor de las nuevas tecnologías, esto es secundario y lo aprenderás sin muchas dificultades. Lee para saber más, para expresarte mejor, para aprender disfrutando, como ya aconsejaban los clásicos hace mucho siglos; y habla con tus amigos de lo que lees, podríais formar un club de lectores, prestaros libros y debatir sobre las lecturas: saldríais enriquecidos y habríais aprovechado bien el tiempo.
Queridos padres, si queréis que vuestros hijos sean lectores, que os vean leer todos los días y que en casa se hable de libros con normalidad; además, no dejéis de ir con ellos a visitar de vez en cuando alguna buena librería e id formando una buena biblioteca en vuestra casa con la participación de los hijos.
Recuerdo que... hace años, con ocasión de un traslado, encontré un álbum de Tintín bastante deteriorado. Al hojearlo, observé algunas manchas marrones en los bordes de alguna página, eran sin duda restos de chocolate, y me acordé de los inolvidables momentos vividos mientras leía y merendaba pan con chocolate, probablemente sentado en el suelo del piso grande en el que vivíamos entonces, mis padres y mis ocho hermanos, cerca del fuego del hogar de la sala de estar, que mi madre encendía con gran pericia todas las frías tardes de otoño e invierno.

ANGELINA LAMELAS
Si eres niño, acuérdate de leer todos los días. Vas a crecer mucho más listo. Vete poniendo en tu cuarto los libros que lees. Ellos te van a acompañar durante toda la vida. Las palabras te llevan a las aventuras, consiguen que tu imaginación se haga más rica y diferente de la que tienen los niños que no leen. Y un niño con mucha imaginación se hace muy buena compañía. Lo pasa muy bien aunque esté solo. No falla.
Si eres un adolescente piensa que si dejas a los libros por el mundo de las maquinitas electrónicas, estos te van a abandonar a ti. Y te perderías la maravilla de la creación literaria, lo que tantos escritores llevaron al papel desde el descubrimiento de la imprenta, lo que serviría de alimento a tu inteligencia. La lectura te hará más culto, más imaginativo, mucho más interesante. No te pierdas ese viaje inagotable que es la lectura.
A los padres le diría: no lo digas, hazlo tú. No consiste en decir "Tendrías que leer más". Es mucho mejor que vuestros hijos os vean leer. Y leedles cuentos cuando ellos no saben hacerlo. Habladles de vuestros libros preferidos a medida que vayan creciendo. Hablad de los libros como de amigos muy queridos, con pasión.
Recuerdo que... la lluvia me trajo la lectura, eso pienso yo. Las ganas de leer llegaron con el agua tras los cristales. Niña del norte, recuerdo con emoción las tardes en casa, rodeada de hermanos por todas partes, que también leían con avidez a Heidi, a Celia y Cuchifritín, a Los Caballeros de la Tabla Redonda de la colección Araluce, La Campana de Huesca, La Isla del Tesoro... Cuando escampaba y ya se podía salir a la calle, nos íbamos con las ganas de correr y saltar, y el deseo de seguir leyendo en cuanto volviéramos. Alguna vez me escondí, porque el capítulo estaba en un punto muy emocionante ¿Dónde está Angelina...? ¡¡¡¡Angelinaaaaa...!!!! ¡¡¡¡Angelinaaaa....!!!! Y Angelina se había metido debajo de la cama, abrazada al libro.

MIGUEL LUIS SANCHO
Si eres un niño todavía es muy pequeño, te daría simplemente un libro para que juegues, lo manipules, para que lo veas y quedes maravillado por las letras. A veces, aunque parezca mentira, se empieza a leer con el tacto.
Si eres un adolescente piensa que leer es algo más que los libros que te mandan en el colegio o en el instituto. Leer es una forma de crecer, de ir más allá. Además, la lectura siempre es una compañera fiel, que nunca falla. En el silencio se pueden escuchar palabras que nos alumbran en la vida.
Padres, los libros deben formar parte de la vida familiar, estar presentes en el día a día. Es recomendable leer libros de forma habitual, pero también hablar sobre ellos con nuestros hijos. Últimamente se da mucha importancia a la tecnología -a los ordenadores, a las cámaras, a los móviles,...- y apenas dejamos hueco para la cultura, que nos enriquece por dentro.
Recuerdo que... mi abuelo trabajaba en una editorial y mi casa estaba llena de libros. Los volúmenes estaban siempre a mano, ordenados de forma caótica. Bastaba con cogerlos y ponerte a leer. Nadie te obligaba. Estaban allí, ofreciéndote su mano. Si la aceptabas, te llevaban a otro mundo, frágil y maravilloso. A mí me gustaba mucho la sensación de estar al otro lado de la realidad.

Marina Berrio

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