Actualizado 11/09/2020 09:25

El buen gusto, cómo enseñar a apreciar la belleza

El buen gusto infantil
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El buen gusto de nuestros hijos se educa a través de las palabras y de las oportunidades que les demos para ejercitar su capacidad para apreciar la belleza y por el ejemplo que les demos. El gusto es el sentido con el que se percibe y distingue el sabor de las cosas, pero también es la facultad de sentir o de apreciar lo bello, o lo feo.

Por tanto, la educación estética ayuda en la formación integral del niño, ya que supone poner en juego la inteligencia, la memoria, la imaginación y los sentimientos.

Ya desde las culturas clásicas había en los pensadores y educadores una idea de que el buen gusto, el sentido de la estética, la apreciación de la belleza era esencial para la adecuada educación, para alcanzar la sabiduría.

No podemos perder de vista que las diversas teorías filosóficas que han teorizado sobre el sentido y educación de la estética, han ido desplazando el término "gusto" desde el plano de la objetividad de apreciación de la belleza, hasta convertirlo en una experiencia subjetiva relacionada más que con la armonía exterior de los objetos, con las sensaciones y sentimientos que dichos objetos provocan en la persona. Surgen así frases como las tan conocidas como: "para gustos los colores", "si a ti te gusta", etc.

Fomentar su imaginación, desarrolla el buen gusto de los niños

Las capacidades de la imaginación relacionadas con el buen gusto son cuatro, y somos nosotros los que tenemos que ayudarles a ponerlas en práctica.

1.   La sensibilidad: ayudándoles a ver la realidad tal cual es.

2.   El refinamiento: inculcándoles buenos modales.

3.   La corrección: enseñándoles a saber estar.

4.   La proporción: transmitiéndoles el valor de la prudencia.

Debemos tener en cuenta que como cualquier capacidad de la persona, éstas se educan progresivamente. Como hemos dicho antes, todos por ser humanos las poseemos en algún grado, pero es labor de la tarea educativa que lleguen a desarrollarse en su plenitud. Y que se dirijan hacia el bien, pues si no incidimos educativamente en ellas pueden fácilmente derivar en sentido contrario.

Recordemos también que nuestros hijos de 7 a 12 años están en "la edad de oro" de su infancia. Ya poseen un pensamiento algo más reflexivo, pero todavía nuestro criterio es el más importante para ellos. Empiezan a querer elegir en más ámbitos de la vida diaria, pero nuestro consejo tiene mucho peso en su elección. Y, sobre todo, somos el espejo en el que se miran constantemente, nos "escudriñan" al hablar, al vestirnos, al andar y al comer.

6 consejos para estimular el buen gusto en los niños

Educar en el buen gusto

1.   A través del arte.

2.   A través de la pintura.

3.   A través de la música.

4.   A través de la contemplación de un paisaje.

5.   A través de los diferentes gustos en las comidas.

6.   Enseñándole con naturalidad a descubrir la armonía que trasmite esa realidad y el beneficio que le proporciona su contemplación.

La belleza entra por los sentidos de los niños

Como señalaba Shaftesbury (1732), "el sentido para la belleza pertenece a la naturaleza humana". Significa esto que la facultad para apreciar lo estético es universal a todos los hombres. Todos tenemos la capacidad para descubrir qué de bueno y de bello hay en lo que y en quienes nos rodean. Recordemos que todo lo que llega a nuestro cerebro entra por los sentidos. Y esas percepciones deben ser tratadas para formar parte de un proceso superior. Por ejemplo, podemos decir con pleno sentido que nuestro hijo ya sabe leer, cuando es capaz de pasar de la mera percepción visual de unos signos escritos a un proceso superior más complejo que da sentido, primero a los signos y por fin a los textos.

De la misma manera, la facultad del buen gusto pasa en un primer momento por experiencias sensibles. Pero es la imaginación, como puente entre los sentidos y la inteligencia, la encargada de separarse de lo puramente sensible y elaborar el verdadero sentido estético.

La capacidad de percibir los estímulos que recibimos es lo que conocemos como sensibilidad. Unos sentidos bien desarrollados y despiertos estarán preparados para captar la realidad tal cual es. Ya en las etapas de la primera infancia (hasta los 5 años) nos habremos ocupado de ayudar a nuestros hijos a madurar convenientemente los órganos de los sentidos. Si no es el caso, podemos encontrarnos con que nuestro hijo no es capaz de disfrutar de la lectura de un buen libro por estas razones, o porque padezca alguna dificultad visual que tendremos que descartar. De la misma forma una hipersensibilidad de los receptores del gusto o de los receptores táctiles, puede producirle una sensación de malestar que le imposibilite percibir lo agradable y bueno de una comida, de la contemplación de un paisaje o cualquier otra circunstancia placentera.

Mª Jesús Sancho. Psicóloga. Máster en Matrimonio y Familia. Profesora del Colegio María Inmaculada de Alfafar (Valencia)

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