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Competición escolar: el papel de los padres

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Los niños que hacen deporte tienden a relacionarse mejor con los demás, ya que aprenden a convivir juntos y la importancia del juego limpio. Por eso, cuando vamos a un partido de nuestros hijos, los padres debemos seguir siendo un referente para ellos de compañerismo, de buen saber ganar y saber perder

Y es que aunque seamos capaces de controlar nuestro enfado o decepción, todos al ir a ver a nuestros hijos a un partido de fútbol o de baloncesto, un sábado por la mañana o a primera hora de la tarde, nos transformamos un poco cuando suena el silbato y empieza a rodar la pelota.

Se han publicado gran cantidad de estudios de distintos organismos y universidades a lo largo de los últimos años, analizando las distintas variables positivas y negativas que inciden en el deporte escolar. En todos ellos, se hace hincapié en la competición escolar: el papel los padres y entrenadores para que el deporte nos ayude en nuestra tarea educativa y no se convierta en un factor pernicioso que distorsione la incipiente personalidad de nuestro hijo.

¿Qué debe aportar el deporte a las familias?

Cualquier práctica deportiva que se lleve a cabo en la etapa escolar, debe ser una actividad que favorezca la educación de nuestros hijos, fundamentalmente en dos vertientes:

1.   Una efectiva ayuda para que el niño reconozca y mejore sus propias habilidades, conociendo y re-conociendo sus propios límites.

2.   Una eficaz contribución al desarrollo personal y del carácter, fomentando o reforzando en el niño la disciplina, el coraje, el espíritu de sacrificio, la voluntad, la lealtad a sus compañeros, saber ganar y saber perder.

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¿Qué piensan los niños sobre sus entrenamientos y partidos?

Un estudio europeo realizado sobre niños de 10 a 12 años de cuatro ciudades europeas, entre ellas Valladolid, explica que la actividad físico-deportiva que se realiza a través del deporte escolar puede atender a dos tipos de modelos: uno de carácter lúdico-recreativo, donde lo cooperativo prima sobre lo competitivo y la participación sobre la selección; mientras que el otro se relaciona con las prácticas deportivas federativas, donde priman los resultados, la eficacia y la búsqueda de rendimiento.

En este mismo estudio se pregunta a los propios chicos cuáles son sus motivos para practicar deporte escolar. Y, atención padres, lo que realmente piensan nuestros hijos sobre sus entrenamientos y partidos es lo siguiente, por orden de importancia:

1.   Favorecer su salud. Se sienten bien cuando hacen deporte, especialmente si han tenido la opción de escoger la disciplina deportiva que practican.

2.   Estar y disfrutar con sus amigos. Ellos mismos dicen que les permite relacionarse con niños con los que nunca se juntarían, con los cuales acaban llevándose bien. Especialmente los escolares españoles opinan que los niños que hacen deporte tienden a relacionarse mejor con los demás, ya que aprenden a convivir juntos con otros.

3.   Piensan que sus partidos no tienen nada que ver con la competición profesional y lo que quieren es pasarlo bien juntos… y si de paso ganan, mejor. Por tanto, para ellos perder no es ni de lejos su máxima preocupación.

La reflexión de los padres

Ahora que conocemos las motivaciones los niños para levantarse un sábado por la mañana, vestirse con su equipación y acudir a la convocatoria de su entrenador, ¿realmente crees que tu hijo entiende a su padre o a su madre gritándole desde la grada que pelee más, que entre con más fuerza? ¿O que cuando se le escapa la bola o el jugador del otro equipo corre más que él, le haga un gesto de desprecio o de desencanto?

Anina a tu hijo a practicar algún deporte escolar, que siempre es en equipo, y luego si le convocan a un partido sigue siendo un referente para é de compañerismo, de buen saber ganar y saber perder.

Claves para saber ganar y perder en familia

Reflexiona si todas nuestras acciones, actitudes y palabras son o no educadoras para tus hijos. Aunque no seamos capaces de darnos cuenta, ellos SIEMPRE nos están observando y SIEMPRE se enteran de lo que hacemos o decimos.

Analiza las motivaciones por las que has apuntado a tu hijo a un equipo de fútbol, de baloncesto, balonmano o voleibol. Y piensa si lo que queremos es contribuir a su buen desarrollo integral, o si lo que buscamos es un pequeño Messi o un Gasol enano en la familia.

No focalices toda tu atención en aquel hijo que se ha decantado por la misma actividad que a nosotros nos apasiona. Con el mismo entusiasmo y dedicación debemos chuparnos un partido de fútbol, de baloncesto o de rugby. Cada uno necesita nuestro apoyo en el deporte que ha elegido practicar.

Apoya a tus hijos en la disciplina deportiva que practiquen y reconoce su esfuerzo después de cada partido, aunque pierdan. Y si alguno «no ha salido deportista», explicale las cosas buenas puede disfrutar practicando un deporte de equipo, animándole, por lo menos, a probar; podrá encontrar nuevos amigos, diferentes modos de ocupar su tiempo libre, o descubriremos un «Pepe Reina» en nuestra familia.

Mª Jesús Sancho. Psicóloga. Máster en Matrimonio y Familia por la Universidad de Navarra

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