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Cómo mantener el recuerdo de los que no están en la familia

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Es comprensible que queramos alejar a nuestros hijos del dolor y la confusión que conlleva la pérdida de un ser querido. Pero ellos, como nosotros, han de pasar por las etapas de su propio duelo para llegar a comprender que la muerte también forma parte de la vida.

El 1 de noviembre celebramos el día de todos los Santos, aquellos que ya están en el Cielo. Y el día 2 celebramos el día de los Fieles Difuntos, aquellos que ya están o esperan estar en el Cielo. Este último no se entiende sin el día de todos los Santos, porque son ellos los que nos explican nuestra vocación a la vida eterna, que estamos hechos para la eternidad.

Esos días, muchas personas visitamos los cementerios y llevamos flores a las tumbas de nuestros seres queridos. Cementerio en latín significa «dormitorio», donde descansan los cuerpos hasta la resurrección de la carne. Es un día para recordar a los difuntos y para rezar por ellos.

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El recuerdo de los que no están

Si bien es cierto que la tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, la sociedad y la cultura actuales evitan el tema de la muerte porque provoca muchas preguntas, dudas y miedo.

Pero la muerte es compañera de viaje, de vida, es parte de nuestra existencia, el paso entre esta vida terrenal a la vida divina y eterna. Y es por eso que no podemos negarla o convertirla en un tabú. En realidad, es motivo de esperanza para los cristianos, pues implica el paso a una vida eterna.

Con todo, existe una tendencia a alejar a los más jóvenes del drama de la muerte como si esta fuera inconveniente para tan temprana edad o fuera a resultar incomprensible para aquellos que están estrenando sus primeros años. La muerte es algo que está ahí, que forma parte de nuestras vidas y a lo que, tarde o temprano, nuestros hijos tendrán que enfrentarse. Es preciso que les ayudemos a desdramatizarla y a verla con una cierta naturalidad.

Cuando nos despedimos de un ser querido, empezamos a rezar por él y a vivir una relación especial que nos trasciende. Hablamos con él, le pedimos cosas, le damos gracias y le expresamos nuestro afecto. Le llevamos flores al cementerio como signo y recuerdo de esperanza. Y compartimos con nuestros familiares y amigos anécdotas y fotos que han marcado momentos importantes de nuestra vida.

El duelo en familia

A partir de la despedida comienza lo que conocemos como «duelo«, un proceso necesario para afrontar y superar la pérdida. Los psicólogos definimos el proceso de duelo como la etapa posterior a la pérdida de una persona a la que queremos, y que es necesaria para adaptarnos a la nueva realidad. Tenemos que tener en cuenta que, cada vez que perdamos a un ser querido, hemos de pasar un duelo.

Llegará un momento en el que, de manera natural, al recordar a los difuntos lo hagamos con una sonrisa, sabiendo que, aunque físicamente no les vemos, están siempre con nosotros. ¿Qué cosas concretas podemos cuidar y hacer en casa con nuestros hijos, de cara a recordar a los difuntos? Rezar por ellos, visitar el cementerio, recordar su vida y compartir sus enseñanzas, dar gracias por haberlos tenido…

Podemos transmitir a nuestros hijos que no podemos volver a tener a nuestro ser querido físicamente con nosotros, pero que sí podemos cambiar nuestra forma de mirar la muerte y nuestra actitud hacia ella. Es bueno y necesario aceptar la pena y no huir del dolor y el malestar. No hay que querer estar siempre feliz y a toda costa. Hay que esquivar los anuncios y mensajes que nos llegan sobre una falsa felicidad, en los que nos venden que tenemos que estar ‘felices’ siempre. Las emociones que se presentan ante una pérdida son intensas y nos cambian la vida, pero acaban transformándose, dejando un poso muy positivo si lo hemos sabido enfocar bien.

Además, podemos elegir centrarnos en la indudable pérdida que experimentamos con la muerte de un ser querido o podemos quedarnos con todo lo que nos ha aportado esa persona, con lo que hemos compartido y aprendido, con los buenos momentos, y con la esperanza de que no ha «desaparecido», sino que ha pasado a la vida purgante o triunfante.

Volveremos a ver a nuestros seres queridos tras la separación temporal. Cuando nos despedimos en realidad no decimos «adiós», decimos «hasta luego». El 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos, es un día para recordar a los que ya viven para siempre.

Paloma De Cendra. Psicóloga y terapeuta

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