Pasamos tanto tiempo en familia que a veces nuestros idílicos planes se nos tuercen porque el clima en casa se vuelve irrespirable. Lograr que la convivencia sea sencilla no es una cuestión de grandes planes, sino de pequeños hábitos.
1. Somos amables, aunque a veces nos cueste.
No nos cuesta nada tener una palabra cariñosa para los demás, preguntar por su día, darle ánimos, tratarlos bien. Y así no hacemos un conflicto de cada problema.
2. Usamos siempre el «gracias» y el «por favor».
Porque no cuesta nada y permite ver a los demás que somos conscientes del esfuerzo que hacen por nosotros y agradecemos su generosidad.
3. Pedimos disculpas incluso si no lo hicimos a posta.
Como nos importan los demás, nos importa cómo se sienten. Por eso, pedimos perdón si hemos hecho algo mal o si, sin intención, los hemos molestado.
4. Cuidamos de los detalles en casa, como el orden.
Cuando salimos de un cuarto, lo dejamos mejor de lo que estaba. Estamos todos atentos a lo que necesitan los demás y pensamos siempre en el siguiente.
5. Somos generosos sin esperar nada a cambio.
La clave de la convivencia es lo llevar siempre las cuentas de lo que unos hacen por los otros sino tratar de dar siempre lo máximo posible por todos.