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Cómo llenar de alegría nuestra vida cotidiana

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La alegría transforma los hogares. Aporta a nuestros hijos el entorno ideal para crecer.

La alegría es más que un sentimiento. Es una forma de entender la vida.

La alegría no implica ingenuidad o despreocupación. Cambia la manera de ver la vida.

La alegría es sanadora y contagiosa, hace nuestra vida más sencilla.

Te damos unas claves de por qué la alegría cambia nuestra vida:

1 Compartimos lo bueno y acompañamos en lo regular.

Para eso está la familia, para que las alegrías se multipliquen y las tristezas se dividan porque se sobrellevan entre todos. Es el secreto de la alegría en casa.

2 Nos reímos, mucho, todos juntos, todos los días.

Con risas de verdad, que haya momentos distendidos porque alguien ha contado algo gracioso. La risa compartida moldea los recuerdos de familia.

3 Disfrutamos todos juntos de un ratito especial.

A lo mejor es un postre casero al final de la cena o un juego de mesa en una tarde de lluvia o unas palomitas para ver una película. Así fabricamos recuerdos.

4 Recordamos con cariño historias graciosas.

Contar historias es fundamental. Y contar las historias de la familia les ayuda a generar ese sentimiento de pertenencia que afianza su apego.

5 Usamos las bromas y los chistes para desestresar.

Los días que vienen torcidos necesitan un extra de risas, una broma que rompa la tensión en el ambiente o un buen chiste que arranque a todos una carcajada.

6 Agradecemos hasta el más pequeño detalle del día.

Es curiosa la correlación entre el agradecimiento y la alegría. Las familias que se sienten bendecidas están también más felices porque son conscientes de la vida.

7 Buscamos el lado bueno de la vida: siempre aparece.

No se trata de ser ingenuos porque existe el mal y el dolor, pero de todo se puede sacar algo positivo y, cuando lo encontramos, vivimos más alegres, vivimos mejor.

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Héroes y heroínas de las virtudes humanasHéroes y heroínas de las virtudes humanas

Enrique Jiménez LasantaMaribel Lechuga

Todos llevamos dentro un héroe o una heroína que hay que descubrir y sacar a la luz, y eso se consigue cultivando las virtudes humanas. Es una gozada tratar con un alma alegre, comprensiva, generosa, elegante, sencilla…

Las almas de los niños son «como barro en manos del alfarero» (Jr 18, 6), moldeables por el cariño, el ejemplo y los propósitos de mejora. Para elevarse y llegar a Dios, hay que tener unos buenos y sólidos cimientos que no se vengan abajo: las virtudes.

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