Actualizado 10/08/2020 14:18

Antonio Milán: “No podemos utilizar las pantallas como canguro y luego gritar socorro cuando llegan a la adolescencia"

Antonio Milán
Antonio Milán - ISTOCK

Con más de 20 años dedicado al mundo de la educación y más de 10.000 tutorías con padres y alumnos, Antonio Milán Fitera, Doctor en Educación, profesor en la Universidad Villanueva y en el Centro de Bachillerato Fomento Fundación, coach personal, experto universitario en resiliencia y autor del libro Adolescentes hiperconectados y felices, explica la relación entre los adolescentes y las pantallas en este confinamiento.

Convencido de que uno de los principales problemas del uso excesivo de las pantallas es la penalización del pensamiento abstracto y el retraso en el desarrollo cognitivo de los niños, alerta a los padres para evitar que sus hijos tengan barra libre de pantallas y dediquen demasiado tiempo a navegar en el mundo online.

El problema de la barra libre de pantallas durante el confinamiento

P. En estos tiempos de confinamiento, muchos adolescentes están haciendo un uso excesivo de las pantallas. ¿Cómo controlar el tiempo en esta situación tan excepcional en la que están aburridos? 
R.
Son tiempos difíciles y excepcionales. Eso no significa que haya que dejar de educar. Ahora todos los adolescentes están recibiendo sus clases online y trabajando con una tablet o un ordenador y se hace imposible comprobar y controlar todo. Y aunque se pudiera, no es educativo porque para educar es esencial la libertad. Si ahora tienen que aprender a trabajar online, aprovechemos la oportunidad.

P. ¿Cómo hacerles responsables?
R.
Cuidando unas sencillas medidas de prudencia dirigidas a fomentar su responsabilidad: las pantallas no deben convertirse en compañeros inseparables de nuestros hijos y por tanto no deben "dormir" en sus habitaciones; podemos establecer un horario de trabajo en el que esté permitido el acceso y un horario de desconexión para comer, cenar o jugar un juego o ver una serie todos juntos; si son varios hermanos y no hay tantos dispositivos en casa habrá que hacer turnos y aprender a respetarlos; etc. El problema viene cuando el confinamiento se convierte en barra libre para todo tipo de conexiones. No podemos utilizar las pantallas como canguro para los hijos y luego gritar socorro cuando llegan los problemas en la adolescencia.

P. ¿Qué nos ha enseñado este nuevo sistema tecnológico?
R. El confinamiento ha demostrado que las pantallas no solo sirven para jugar y entretenerse en las redes sociales, sino que también se pueden usar para trabajar. Y eso es algo muy positivo. Cuando un niño utiliza ahora una tablet no tiene por qué estar jugando. De hecho lo más seguro es que, sobre todo si es por la mañana de un día de diario, esté recibiendo una clase online y por tanto esté utilizando esa pantalla para aprender. Esta es una de las enseñanzas más poderosas de este nuevo sistema.

P. ¿Cuáles son los efectos negativos de un excesivo uso de las pantallas a largo plazo?
R.
Los efectos negativos están provocados por los excesos.

Hay que entender siempre que el problema no está en las pantallas, sino en el uso que le damos a esas pantallas.

En estas circunstancias tan excepcionales algunos excesos referidos a la salud física saltan más fácilmente a la vista, como los dolores de espalda que están apareciendo en muchos de mis alumnos adolescentes. Hay otros que no se ven tan claramente, como la penalización del pensamiento abstracto si se dedican muchas horas a ver vídeos rápidos de contenido efímero o el retraso en el desarrollo cognitivo de los niños que dedican mucho tiempo a todo tipo de juegos online. Pero son excesos, insisto, referidos al uso que le damos a las pantallas.

P. Muchos padres se preocupan porque sus hijos pasan mucho tiempo con el ordenador o Tablet y no leen. ¿Qué consejo les daría para incentivarles a leer libros de narrativa, historia...?
R. Se me ocurren tres que tenemos comprobado que funcionan en educación. Primero, que los hijos crezcan viendo a sus padres leer. Eso es lo más importante porque el poder del ejemplo es el más poderoso. En segundo lugar hay que hacer entender a los hijos que las pantallas también sirven para leer libros y noticias de interés. Eso sí, tienen un serio inconveniente: que te hacen estar pendiente constantemente del resto de notificaciones y eso perjudica decisivamente la atención profunda. Cuando te despistas, tu cabeza tarda un rato en volver a concentrarse. Eso supone un esfuerzo y ese esfuerzo cansa. Es mejor leer un libro en papel que digital, porque en papel tienes menos posibilidades de distraerte. Lo tercero es que los padres cuenten historias a sus hijos: cuentos cuando son pequeños, historias y ejemplos gráficos cuando son más mayores. Internet ha cambiado no el qué, sino el cómo llegar a ese qué.

P. ¿Cómo hacerles atractiva la lectura?
R. El cómo son las historias. Nuestros niños y adolescentes están enganchados a las historias. Cuando tú como padre para hacerte entender también les cuentas a tus hijos historias (historias apasionantes y atractivas, claro, no aburridas y tediosas), en algún momento preguntarán de dónde las sacamos. Además, se les puede explicar que la lectura nos permite desarrollar mejor la empatía, porque nos hace ponernos en la situación de los personajes que revivimos. Y la empatía es decisiva para favorecer las relaciones sociales y personales. ¿Quieres tener más amigos y llevarte mejor con ellos? Lee.

P. En esta etapa de confinamiento, ¿Internet será la clave para terminar con éxito el curso escolar? ¿se asimilan los conceptos de la misma manera con clases virtuales? 
R. Tan efectivas como las clases presenciales estas herramientas no lo son, por supuesto. Pero en las actuales circunstancias de confinamiento me parecen el mejor modo de conseguir que el curso no se paralice.

Eso sí, tanto los padres como los profesores tenemos que rebajar las expectativas y ajustarlas al momento real.

No van a aprender los mismos contenidos y mucho menos con la misma profundidad que si estuviéramos en las clases habituales.

P. ¿Qué otras cosas pueden aprender los niños?
R. Van a aprender otras cosas, en mi opinión, mucho más importantes: a convivir mucho tiempo con su familia sin salir de casa con todo lo que eso supone; a cuidar en la distancia a sus abuelos y familiares más mayores y a evitar que se sientan solos con sus llamadas y videoconferencias; a trabajar en circunstancias complicadas; a ayudar más a sus padres en todo lo que necesiten; a limpiar y ordenar más su habitación y toda la casa; a cocinar; a cuidar a los hermanos más pequeños los que los tienen; a sonreír, a pedir perdón y a perdonar con mayor frecuencia; a disculpar y a contestar bien... Todo eso pasa a primer plano ahora más que nunca. Lo demás es importante también, pero secundario. Nos toca vivir un momento excepcional, pero estoy comprobando en mis alumnos que todos están creciendo mientras pelean por superarlo.

P.¿Qué repercusiones ha tenido Internet en el entorno educativo?
R. Ha supuesto una verdadera revolución tanto en el modo de enseñar como en el modo de aprender. En la didáctica, poder compartir el conocimiento a tan alta velocidad como se hace actualmente conlleva que se pueda progresar mejor y más rápido. Ahora mismo cualquier persona puede seguir en sus redes sociales a varios cientos de perfiles relevantes sobre educación y estar al tanto de casi todos los avances importantes. Y en el modo de aprender porque las diversas conexiones han cambiado la forma de enfrentarse a las clases, sean físicas o virtuales. Por ejemplo, ahora todo, absolutamente todo lo que escuchen los adolescentes lo van a contrastar. Por eso, además de enseñar conocimientos es necesario enseñarles a diferenciar las fuentes fiables de las dudosas. Y a desarrollar el pensamiento crítico. Un adolescente con pensamiento crítico se convertirá en un adulto con convicciones profundas.

P. ¿Existe una dependencia de los adolescentes de las redes sociales para comunicarse?
R.
Todo adolecente, por ser adolescente, tiene la necesidad de no quedarse fuera y gustar en el grupo. Quiere percibir que está integrado y aceptado entre sus amigos y eso las redes sociales lo facilitan. Junto con esto, muchos de ellos me encuentro que sí tienen esa dependencia. Sobre todo si la imagen que proyectan en las redes sociales no es coherente con la realidad. Entonces desarrollan sin darse cuenta una preocupación excesiva por mantener y alimentar esa imagen de sí mismos que no se corresponde con lo que de verdad son.

P. Muchos adolescentes son seguidores de Youtubers, que a su vez son adolescentes y jóvenes influencers en diferentes temáticas, ¿cómo ayudarles a discernir y a tener criterio propio respecto a sus comentarios?
R. Si les enseñamos que existe la verdad, el bien y la belleza y les facilitamos entornos en donde puedan disfrutarlas y asombrarse ante ellas, entonces tendrán un punto de referencia con el que poder contrastar todo lo que les cuenten esos influencers. El asombro ante la belleza hace aspirar al hombre a metas más altas.

P. ¿Qué es lo que funciona para frenar el acoso a través del uso de la tecnología?
R.
Funcionan sobre todo dos cosas de las que se habla poco. Por un lado, evitar tanto criminalizar al acosador como victimizar a la víctima. Etiquetar no funciona en educación. En este caso tampoco. Un niño de 11 años, por ejemplo, no es un acosador porque haya originado un abuso. Ha hecho algo mal, por supuesto, y hay que corregirlo. Pero no es un acosador. Igual que el que lo ha recibido. Si victimizas a un niño que ha sido objeto de acoso será mucho más difícil que supere ese hecho, ya de por sí difícil y en muchos casos traumático.

P. ¿Y lo segundo?
R. Evitar un clima policial que ponga el foco en avisar cuando llega un abuso. Si se mantiene en el tiempo y se han puesto medios para solucionar los problemas, por supuesto, hay que avisar. Pero no como primera opción. Porque si el primer mensaje que se envía para prevenir este tipo de conductas es avisar, entonces acostumbraremos a los niños a estar pendientes hasta de las cosas más pequeñas que les puedan hacer. Y eso, más que disminuir, multiplica los casos, como demuestran muchos programas de prevención que se han puesto en marcha en todo el mundo sin tener en cuenta esta premisa. Antes hay que procurar dar un impulso a la educación emocional y a la resolución constructiva de los conflictos, para que todos, los que provocan el abuso, los que reciben el abuso y sobre todo los que lo presencian, y desde la tolerancia cero contra la violencia, crezcan en la cultura del diálogo.

P. ¿Existe alguna señal o indicio claro para saber si nuestro hijo sufre ciberacoso o es acosador?
R.
Hay indicios que ya son de sobra conocidos, tanto en uno como en otro sentido. En el que sufre el acoso: cambios de humor, soledad o tristeza desproporcionadas, alteraciones en el apetito o en el sueño, daños físicos en el cuerpo o en el material de trabajo En el que lo provoca: contestaciones bruscas, cambios drásticos en el carácter, no reconocer sus propias equivocaciones, pequeñas mentiras cotidianas, exigencias desproporcionadas incluso a los propios padres La mejor señal en ambos casos nos la dará una comunicación fluida con los hijos.

Si han crecido sin miedo a contar lo que quieran y saben que pueden acudir siempre a sus padres, aunque hayan cometido errores en el camino, las señales llegan.

Muchos padres no se dan cuenta de que juzgando a las personas cercanas por los errores que cometen envían el mensaje a sus hijos de que también les juzgarán a ellos cuando se equivoquen. Y eso dificulta enormemente que su hijo les cuente las cosas.

P. ¿En qué cursos se producen más acosos? 
R
. La mayor percepción de acoso se produce sorprendentemente entre los 8 y 9 años, cuando los niños cursan 3º y 4º de Primaria. Pero distintos niveles de violencia (que no significa que siempre puedan evaluarse como acoso, ni mucho menos) existen en todos los colegios y en todas las aulas. Da igual el sexo, el tipo de colegio o el nivel socioeconómico y cultural de las familias En todas las clases hay niños que lo pasan mejor y niños que lo pasan peor. Lo importante es localizar a los que lo pasan mal por cualquier causa y entre todos ayudarles. Hay dos preguntas que me gusta hacer a los alumnos constantemente, sean del curso que sean: ¿hay alguien en tu clase que necesite tu ayuda, porque lo esté pasando mal o esté sufriendo? ¿Y tú qué puedes hacer para ayudarle? Si hiciéramos esto desde Infantil los niños estarían mucho mejor preparados para prevenir todo tipo de maltrato entre ellos.

Natalia Pérez García

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