El juego como elemento educativo
El juego como elemento educativo - ISTOCK

Muchos padres consideran una pérdida de tiempo que en los centros escolares se dedique gran parte de la jornada a jugar. Se preguntan cuándo aprenden sus hijos si se pasan el día jugando. No saben que precisamente el juego es la herramienta pedagógica más potente en el aprendizaje de sus hijos y que a través de él llegan a conocer mucho más de lo que parece.

No cabe duda de que la estructura social ha cambiado mucho en las últimas décadas y con ello, la infancia. Esto nos ha llevado a entender a los niños como pequeños adultos. Para los mayores, el juego es una actividad de ocio y tiempo libre mientras que el trabajo es una actividad obligada y necesaria. Pensamos que nuestros hijos deben aprender de la misma manera.

Consideramos que las horas lectivas son para trabajar tal y como nosotros entendemos el trabajo. Y, por el contrario, el juego es una actividad exclusivamente reservada a las horas de patio para que los niños se despejen y se distraigan.

Sin embargo, es imposible concebir al niño de Educación Infantil soportando una jornada completa sentado en su silla, escuchando las explicaciones del profesor y que además haga todos los ejercicios que se le plantean. Para llegar a ese punto tiene que haber un desarrollo previo que abarca conocer el mundo que le rodea, aprender a interpretarlo, relacionarse con él y adquirir una serie de habilidades y destrezas. Todo ello, en conjunto, es el desarrollo de la inteligencia.

Ideas para entender el papel educativo del juego para los niños

Primero tenemos que saber que la manera en que los niños entienden y profesan la realidad es diferente de la del adulto. Hace años que se dejó de pensar en el niño como un mero receptor de conocimientos. Tiene su propio rol en este proceso, es el protagonista, porque es él quien realmente va construyendo su propio aprendizaje mediante el juego. Y ese juego va evolucionando en función de su desarrollo madurativo. Al principio, en los primeros años, se centra más en el plano motor, se basa en el movimiento. Poco a poco va adquiriendo un carácter más simbólico y social hasta llegar a los juegos reglados.

El niño aprende únicamente aquello que capta su atención y despierta en él un interés. Además tiene la necesidad de desarrollarse en los distintos ámbitos, tanto en el intelectual, como en el social, físico, emocional, etc. Lo consigue a través del juego, que se convierte en su principal actividad en la etapa infantil. Por eso los maestros lo utilizan de manera planificada, estructurada e intencionada como método de enseñanza y aprendizaje. Además de lograr que el niño aprenda los diferentes contenidos establecidos, contribuye al desarrollo de habilidades y destrezas necesarias para futuros aprendizajes, el desarrollo de estrategias y la formación de actitudes y valores.

¿Cómo se utiliza el juego en el colegio?

Este mes, en la mayoría de los centros escolares, se está trabajando el otoño. ¿Qué pasaría si, cuando recogemos a nuestro hijo del colegio, la respuesta a nuestra batería de preguntas respecto al día fuera: "He jugado con las hojas"?

Esa respuesta simple no alcanza las expectativas que tenemos puestas en lo que entendemos como una jornada escolar. ¿Acaso no llevamos a nuestros hijos al colegio para que aprendan? Sin embargo, esa respuesta del niño resume todo un conjunto de aprendizajes a través de la experiencia y de los sentidos que interioriza de forma eficiente. Este juego, como el niño lo denomina, es una actividad intencionada y organizada por el profesor capaz de abarcar todas las áreas.

El profesor les habrá hablado acerca del otoño. Habrá leído algún cuento relacionado con el tema y los niños comparten sus conocimientos previos al respecto. En las horas lectivas de trabajo, salen al patio y hacen una observación del entorno y comienzan a interactuar jugando con las hojas acompañados por su profesor que propone diferentes actividades:

- Cogen las hojas, las hacen crujir con sus manos.
- Hacen montañas. Unas son más grandes, otras más pequeñas, las comparan y las cuentan.
- Saltan las montañitas de hojas, corren en zig-zag entre ellas.
- Utilizan un montón de hojas para lanzarlas al aire. ¿Cuántos montones quedan?
- Las hojas son de diferentes colores, los identificamos. Nombran otros objetos que conocen de los mismos colores.
- Separan las hojas por tamaños.
- Buscan otros elementos que han aparecido en el entorno como palos y piñas y hacen composiciones artísticas o un bonito mural para decorar la clase o el pasillo.

Aunque el niño juega y se divierte, no es consciente de que ha trabajado su psicomotricidad gruesa y fina, necesarias para la lectoescritura, ha aprendido nociones de lógica matemática como tamaños, formas, números, los conceptos más y menos, mucho y poco, clasificaciones, seriaciones, aproximación a la suma y resta. Ha tomado consciencia de sus habilidades y sus dificultades. Ha aprendido vocabulario nuevo, ha expresado sentimientos que le ayudan a conocer y regular sus emociones. Y, de forma indirecta, se ha trabajado la educación en valores con el respeto al medio ambiente, a lo que hacen otros compañeros, las normas de convivencia, etc.

Con este juego, el niño habrá adquirido los conocimientos necesarios para realizar las fichas del libro de clase con las que completará el proceso de aprendizaje.

Como vemos, los niños pequeños aprenden de manera globalizada, no se estructura el aprendizaje en asignaturas. A través de un hilo conductor que sea capaz de despertar el interés del niño, se integran todos los aprendizajes necesarios para su desarrollo. La forma más eficaz es a través del juego que tiene la capacidad de ir evolucionando con el niño, adaptarse a las diferentes etapas aumentando su dificultad en función de sus necesidades hasta llevarle a aprendizajes más complejos. Por ejemplo, para que se logre con éxito el aprendizaje de la escritura tiene que haber un entrenamiento progresivo de las habilidades manuales.

Cristina Palacios Hernando. Pedagoga

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