Las expectativas que depositamos en nuestros hijos pueden ejercer una presión insostenible para ellos que les impida desarrollarse normalmente.
Carlos Martínez, de los Martínez «de toda la vida», pertenece a la cuarta generación de cirujanos maxilofaciales de su familia. Actualmente su padre está al frente de la clínica que ya fundó el bisabuelo de Carlos a mediados del siglo pasado. Carlos es el mayor de sus cuatro hermanos, por lo que hereda el nombre familiar (y ya es el quinto Carlos Martínez de la saga de los Martínez), junto con la responsabilidad o la expectativa de continuar con la tradición y negocio familiar.
Carlos recuerda jugar de pequeño con sus primos en la consulta de su padre, le gustaba escucharle contar historias de pacientes y cirugías. Alguna vez, cuando paseaban todos juntos por la ciudad, se encontraban con algún paciente de su padre que les paraba para saludarle y agradecerle cuánto le había ayudado. Carlos admiraba a su padre, en cierta medida en aquella época quería ser como él. No recuerda cuándo decidió que quería estudiar Medicina, siente que es algo que siempre se ha dado por hecho. Nadie le preguntaba ¿qué quieres estudiar? Más bien le comentaban, «estudiarás Medicina para continuar con la clínica de tu padre, ¿verdad?».
Acceder a la facultad no fue difícil, Carlos era un estudiante brillante y entró con facilidad en la universidad que su padre decidió. Tampoco fueron complicados los años de estudio durante la carrera compaginados con las prácticas continuas en la clínica de su familia. La cirugía le gustaba y no se le daba mal, pero también le parecían interesantes otras especialidades. Aun así, no había lugar a duda, haría Cirugía Maxilofacial para trabajar en la empresa familiar, lo cual vivía con orgullo y responsabilidad. La preparación de la oposición para acceder a la especialidad la recuerda como durísima por la tensión que le suponía sacar la nota que necesitaba para hacer una especialidad quirúrgica. No conseguirlo sería una decepción para todos, su propia sensación de fracaso era de lo de menos, pero ¿cómo afrontar el hecho de decepcionar a su familia? Eso era, sin lugar a duda, lo peor y más inquietante.
El dilema de seguir con la profesión de sus padres
Como Carlos, otros muchos jóvenes se encuentran en algún momento de su vida ante el reto de seguir los pasos de padres, hermanos u otros familiares. Con satisfacción, orgullo y sentido de responsabilidad. Si preguntáramos directamente a los protagonistas, tanto a padres como a hijos, nos dirían que es un orgullo ver cómo sus hijos continúan en la profesión y para estos es un privilegio poder acercarse a quién tanto admiran con la suerte de tenerlos como maestros y mentores.
Poder orientar y ayudar a quien más quieres es algo muy gratificante para quienes lo han experimentado, que viven cada logro de sus hijos casi con más satisfacción que los propios protagonistas.
Para los hijos supone una enorme tranquilidad saber que pueden contar con alguien experto en la materia, siempre dispuesto a ayudarle y aconsejarle en cada decisión, desde las más transcendentales hasta las más cotidianas de la práctica profesional del día a día.
Pero, como ocurre con tantas otras cosas en la vida, esto conlleva también aspectos menos positivos. Incluso aunque se quiera continuar con la tradición familiar, muchas veces este hecho supone una tensión añadida y un miedo al fracaso superior al que sentiríamos si eligiéramos otra opción.
Decepción y responsabilidad
No alcanzar un objetivo siempre implica una decepción para nosotros y quienes nos rodean, pero en algunas ocasiones este sentimiento se multiplica si las expectativas sobre los logros eran altas y si resulta inevitable la comparación con los antecesores: «Si mi abuelo, mi padre y mi hermano lo han conseguido, no puedo ser menos…». Qué duda cabe que pensar así puede hacer más difícil sobrellevar determinadas situaciones o incluso jugarnos una mala pasada a la hora de enfrentar, por ejemplo, un examen o un reto profesional.
A veces solo la responsabilidad de llevar un apellido y «estar a la altura» puede suponer una gran tensión. Así mismo, pertenecer a una familia con una marcada tradición familiar imprime una identidad, que incluso muchas veces viene ya implícita en el nombre, y que puede llegar a condicionarnos para involucrarnos en profesiones o proyectos lejos de nuestros intereses reales.
¿Qué ocurre si uno no quiere continuar con el negocio familiar?
Por supuesto, tendría otras opciones, aunque quizás no sea fácil tomar la decisión de romper la tradición con la posible sensación de haber decepcionado a los nuestros.
Por otro lado, el hecho de pertenecer a la misma familia no dota a todos sus miembros de las mismas facultades ni habilidades. En el ejemplo que veíamos antes, quizás no todos los Martínez tengan la destreza quirúrgica necesaria para dedicarse a ello o destaquen en otras áreas. No siempre va a resultar sencillo darse cuenta de esta situación que a veces se niega durante un tiempo con la justificación de «ya aprenderá» o «a mí me pasaba lo mismo al principio», quizás para no asumir la posible ruptura con la tradición familiar y lo que esto puede suponer.
En el mejor de los casos, el negocio familiar y las habilidades de los miembros de la familia resultan complementarios, lo cual favorecería la conciliación de ambos intereses.
Compartir profesión entre padres e hijos
En el contexto de padres e hijos que comparten profesión, a veces se da la situación en la cual los primeros buscan que sus hijos lleguen a donde ellos no han podido llegar. Es el caso de padres o familiares que no ha tenido la posibilidad, sea cual sea el motivo, de alcanzar determinado rendimiento laboral, de desarrollar cierta actividad o de formarse en una universidad en concreto e intentan por todos los medios que sus hijos alcancen aquello a lo que ellos no han llegado.
Esto puede suponer una gran ventaja cuando ambos intereses coinciden, pero de nuevo estaríamos ante una situación de potencial tensión en el caso de que no fuera así.
Quizás la clave para que un hipotético Carlos sea feliz con lo que haga es que elija libremente si, al menos en el plano profesional, verdaderamente quiere ser como tú.
Dra. Carmen Laspra Solís. Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar (UDITEF). Dpto. Psiquiatría y Psicología Médica. Clínica Universidad de Navarra (Pamplona y Madrid)
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