Actualizado 17/09/2020 09:35

Cuando hablamos de un 'tío legal' ¿a qué nos referimos?

La educación de la lealtad
La educación de la lealtad - ISTOCK

Hace algunos años el grupo gallego "Limones al Caribe" cantaba: "Tengo un amigo que/ no me ha fallado ni una sola vez/ aunque yo sí fallé". Todo un elogio lleno de nostalgia al amigo fiel que parece abundar poco, aunque todos lo anhelamos y que alude más bien a esa clase de personas que mantienen su palabra, que son fieles a los lazos adquiridos y que son capaces del sacrificio que haga falta antes de faltar a sus compromisos.

En una sociedad como la nuestra, que viaja al ritmo de una montaña rusa, puede que suenen desfasados los términos "fidelidad" o "lealtad". Pero hay algo dentro de nosotros que se resiste a salir volando con los vaivenes del trenecito enloquecido. Cuando hablamos de un "tío legal", ¿a qué nos referimos? Pues a una persona que valora su palabra, a una persona que sabe darse cuenta las obligaciones que tiene con sus amigos, aunque nunca jamás le haya dicho, en un alarde de confianza: "tío, como eres mi amigo, haré todo lo posible por ayudarte".

Pero, ¿existen los vínculos?

Como dicen algunos autores, solo el hombre es capaz de prometer y por tanto de comprometerse.

Entre las personas existen determinados vínculos, algunos más fuertes que otros, que exigen una responsabilidad y una respuesta.

Los niños pequeños viven estos vínculos sin reconocerlos como tales, pero los adolescentes, ya conscientes, quieren a veces deshacerse de ellos, creyendo que les condicionan, que no les permiten ser libres.

Al decir que los niños pequeños suelen vivir una serie de vínculos sin reconocerlos como tales, se trata del vínculo con su familia, con sus compañeros de clase, con su equipo de fútbol, con algunos amigos. No suelen ser conscientes de los valores que representan cada uno de estos vínculos y, en consecuencia, no viven la lealtad en relación con ellos, por ejemplo cuando dejan de realizar una tarea en casa. O son "excesivamente" leales en algo (el equipo) que debería estar supeditado a otro vínculo de mayor valor (la familia).

Los adolescentes han de aprender a reconocer esos vínculos, especialmente en un tiempo como el nuestro, en que pretendemos que cualquier actuación tenga un Control + Z, o un Reset, como los ordenadores. Pero la vida no es así. Nadie puede obligarme a prometer algo a la fuerza, pero en el momento en que "me mojo" y consiento en comprometerme, hay algo muy íntimo que ha quedado vinculado a esa palabra dada.

Pacta sunt servanda. Así lo decían los clásicos. Los pactos deben cumplirse. ¿Somos entonces prisioneros de la palabra dada? No parece adecuado el término, porque ningún prisionero se encarcela por propia voluntad. Lo que nos hace libres de verdad es la capacidad de comprometernos porque nos da la gana hacerlo. Y no solo eso, existen diversos compromisos que exigen nuestra lealtad y que llegan casi sin elegirlos: porque soy amigo de mis amigos, hijo de mis padres, alumno, novio, han confiado en mí, etc.

Una verdadera y leal amistad

En la edad adolescente, la influencia de los amigos resulta muy importante, creándose lazos profundos entre ellos. Hay que ayudarles a entender sobre qué valores se asienta esa amistad y uno de los más importantes es la lealtad, que ha de ejercitarse en concreto, pues si no, nos toparíamos con la blandengue sensiblería de los culebrones. Es decir, pueden creer que ser amigos consiste en compartir una cerveza, ir juntos a un concierto o estar enamorados de la misma chica.

Así, todos somos amigos cuando nos llevamos bien, cuando la vida nos sonríe. Pero, ¿consiste solo en eso la lealtad?

Para aclarar este punto, se puede imaginar una situación en que un amigo empieza a comportarse de un modo perjudicial: comienza a beber, no estudia, mala relación en su casa, critica por la espalda a sus amigos... La lealtad debería llevarnos a hacer lo necesario para ayudarle, aunque se esté comportando mal con nosotros. Y se debe hablar con él, ser paciente, devolverle bien por mal, etc., pues si no, ahí no había amistad, tan solo una coincidencia casual en un mismo punto del espacio.

Puede ocurrir, por el contrario, que la "lealtad", a veces, llegue a ser excesiva, al menos en algún momento, porque el adolescente esté centrado en su amigo, por ejemplo, y no en los valores que representa la amistad. Por ejemplo: Un profesor acusa a un chico de haber roto un cristal. Él lo niega, aunque ha sido el causante, y su amigo le apoya por "lealtad". No se trata de ser leal a la persona en este sentido. El chico o chica realmente leal, aunque en principio hubiera protegido a su compañero de la bronca del profesor, luego hubiera sugerido un camino para que su amigo rectificara.

Es decir, uno de los valores que entraña la amistad es el de ayuda mutua para actuar correctamente y mejorar, precisamente, por la intimidad que existe entre los amigos. Si no existen valores en función de los cuales se da la relación, la lealtad no tiene sentido o puede conducir a la persona a proteger o reforzar algo que es perjudicial para ambos.

Vamos a considerar otro ejemplo: la lealtad de un jugador hacia su equipo. Si el valor más importante para el adolescente fuera ganar o triunfar, ocurrirá que, al perder, criticará a sus compañeros injustamente e, incluso, en algún momento puede llegar a buscar otro equipo. Otra persona podría criticar, indiscriminadamente, a los miembros del otro equipo vencedor, o acusar al árbitro, protegiendo otra vez el valor "ganar".

Por el contrario, una verdadera lealtad al equipo llevaría al adolescente a jugar lo mejor que pudiera (aunque se fuera a perder), a seguir luchando y a hacer lo posible para ayudar a los demás como deportistas y como personas, aunque habitualmente su equipo perdiese. Es decir, el conjunto de valores que supone el concepto equipo incluirá: deportividad, capacidad técnica, buen humor, servicio a los demás, etcétera.

Hay que destacar que uno de los valores que supone un vínculo es la mejora personal y ajena. Esta mejora supone reforzar y proteger otros valores en relación con el vínculo como pueden ser: la justicia, el respeto, la iniciativa personal, etc.

Ricardo Regidor
Asesoramiento: José Antonio Alcázar y Fernando Corominas, autores del libro Virtudes humanas

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