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Cerebros con TDAH: ¿cómo sé que un niño es más que ‘movido’?

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El TDAH es una condición neurobiológica que se caracteriza por la combinación persistente de problemas de impulsividad, hiperactividad y dificultades para concentrarse. Este trastorno suele manifestarse en la infancia, tanto en niños como en niñas y generalmente antes de los 12 años, aunque se observa una mayor prevalencia en los niños.

Por lo general, se diagnostica a partir de los siete años, momento en el que los síntomas tienden a estabilizarse lo suficiente como para determinar si existe un problema real o si los síntomas son parte de una fase evolutiva normal. Es importante destacar que el trastorno de déficit de atención o TDAH no puede diagnosticarse antes de esta edad, ya que las herramientas de diagnóstico actuales no son apropiadas para niños más pequeños.

Los niños con TDAH enfrentan desafíos continuos tanto en el entorno escolar como social debido a su dificultad para mantener la concentración, controlar los impulsos y regular su nivel de actividad. Estos no se limitan únicamente al ámbito académico, sino que también pueden afectar sus relaciones con otros, a veces resultando en dificultades emocionales y comportamentales.

Los alumnos con TDAH pueden actuar sin pensar, tener dificultades para esperar su turno o interrumpir las conversaciones en clase. Además, pueden mostrarse inquietos o excesivamente activos en situaciones que requieren tranquilidad y concentración.

En el hogar, estos niños pueden enfrentar desafíos similares, como dificultades para seguir rutinas, completar tareas domésticas o escolares sin distracciones constantes. Su impulsividad puede llevarlos a tomar decisiones precipitadas o a tener comportamientos disruptivos, lo que a menudo genera conflictos familiares. Además, pueden experimentar problemas para conciliar el sueño o relajarse, lo que afecta su estado de ánimo y su capacidad para manejar el estrés.

¿Cómo sé que un niño es más que ‘movido’? Los síntomas

Los síntomas del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en niños pueden variar significativamente entre individuos, pero suelen agruparse en tres características principales: inatención, hiperactividad e impulsividad.

Los síntomas de inatención incluyen dificultad para mantener la concentración en tareas o juegos, distracción por estímulos irrelevantes, olvidos frecuentes, problemas para seguir instrucciones y completar tareas, desorganización en actividades y evitación de esfuerzos mentales prolongados.

Los síntomas de hiperactividad se manifiestan con movimientos constantes como correr o trepar inapropiadamente, incapacidad para participar en actividades de manera tranquila, habla excesiva, movimientos constantes en el asiento e inquietud manifiesta en manos, pies o retorciéndose en el asiento.

Los síntomas de impulsividad incluyen acciones precipitadas sin considerar las consecuencias, interrupción de conversaciones o juegos de otros niños, dificultad para esperar su turno en situaciones grupales y respuestas impulsivas en conversaciones, a menudo antes de que se complete la pregunta.

Diagnóstico: ¿cómo determinar si tu hijo tiene TDAH?

Según estudios realizados por la Asociación Española de Pediatría, el TDAH tiene una prevalencia actual en España del 7% en niños y niñas en edad escolar. El diagnóstico de este trastorno requiere un proceso meticuloso y detallado, aunque cada vez hay más estudios de corte neurobiológico que apuntan a la existencia de un déficit en diferentes funciones ejecutivas del cerebro de los niños diagnosticados con TDAH.

Es necesario cumplir con ciertos criterios establecidos, como los delineados en el DSM-5, que incluyen patrones de inatención, hiperactividad e impulsividad que deben manifestarse antes de los 12 años del niño/a y en al menos dos entornos diferentes, como el hogar y la escuela.

Los psicólogos utilizan pruebas de evaluación estandarizadas, como el EDAH-Conners o la Escala de Inteligencia de Wechsler (WISC-IV), para identificar síntomas específicos y diferenciar el TDAH de otras condiciones con síntomas similares.

Además, se emplean cuestionarios y escalas de observación para padres y educadores, que ofrecen información valiosa sobre el comportamiento del niño en diversos entornos. Estas pruebas se adaptan a las características propias del desarrollo infantil.

En los últimos años, ha surgido también la oximetría cerebral como una técnica no invasiva para detectar el TDAH, la cual mide la oxigenación cerebral y las ondas cerebrales para identificar el trastorno de manera rápida y económica. Sin embargo, es crucial que estas evaluaciones sean realizadas por profesionales de la salud mental capacitados, ya que el diagnóstico del TDAH no solo se basa en la presencia de síntomas, sino también en su impacto en la vida cotidiana del individuo.

¿Por qué mi hijo/a tiene TDAH?

A día de hoy, aún no se comprenden plenamente las causas de este trastorno, pero la investigación ha identificado varios factores que pueden contribuir a su desarrollo. Algunos estudios aluden a un componente hereditario, sugiriendo que ciertas variantes genéticas pueden aumentar el riesgo de TDAH, aunque la relación exacta sigue siendo objeto de investigación.

A nivel neurológico, se ha observado que los cerebros con TDAH a menudo muestran diferencias en la actividad y estructura, especialmente en áreas relacionadas con la atención y el control de impulsos. Asimismo, se ha relacionado con un retraso madurativo de ciertas áreas cerebrales, lo que puede afectar las habilidades de autocontrol y atención, así como con deficiencias en funciones ejecutivas como la planificación y organización. (Fuente: Almeida Montes y cols. Link).

Además de la genética, factores ambientales y del desarrollo pueden influir en el riesgo de TDAH: complicaciones durante el embarazo y el parto o la exposición a toxinas ambientales como el plomo, se han asociado con un mayor riesgo.

Desde el punto de vista de la psicología, los tratamientos (psicológicos) multimodales son los más efectivos, esto incluye psicoeducación, psicoterapia cognitivo-conductual, adaptación escolar y educación familiar.

Psicoterapia cognitivo-conductual (TCC): Para ayudar a los niños a identificar y cambiar pensamientos y comportamientos negativos asociados con el TDAH. Los psicólogos pueden trabajar con los niños para desarrollar habilidades de autorregulación, mejorar la atención y la organización, y reducir la impulsividad.

Educación familiar: Involucrar a los padres en el proceso terapéutico puede ser beneficioso para ayudar a los padres a comprender y manejar los desafíos asociados con el TDAH de su hijo. La terapia familiar puede proporcionar apoyo emocional y enseñar estrategias efectivas de crianza, establecer límites y mantener una estructura y rutina consistentes en el hogar.

Adaptar el entorno educativo para satisfacer las necesidades individuales del niño con TDAH puede ser crucial. Esto puede incluir modificaciones en el aula, como asientos cercanos al maestro, tiempos de descanso programados y estrategias de organización específicas.

En algunos casos, se puede recetar medicación para ayudar a controlar los síntomas del TDAH. Sin embargo, la decisión de usar medicación debe ser cuidadosamente considerada y supervisada por un médico. Es importante recordar que para que el tratamiento del TDAH dé resultados es fundamental detectarlo lo más temprano posible, y realizar un estudio individual de la situación de cada niño, teniendo en cuenta sus necesidades específicas y su contexto familiar y escolar.

La participación activa, así como la colaboración y comunicación entre la familia y el centro educativo, son esenciales. La colaboración entre padres, profesionales de la salud mental y educadores brindará un apoyo integral y efectivo.

Raquel García
Asesoramiento: Equipo de psicólogos de Buencoco

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