La relación entre padres e hijos es una de las más importantes en la vida de una persona. Sin embargo, en ocasiones, surge una pregunta incómoda: ¿por qué, en ciertas situaciones, un hijo puede caernos mal? Aunque puede parecer un tema tabú, es importante abordarlo.
¿Puede realmente caerme mal mi hijo? ¿Puede generarme rechazo su presencia? ¿Soy mala madre o mal padre por sentirme así? Esta sensación que viven en silencio muchos padres y madres se ha convertido en un tema tabú, que se guardan para sí mismos porque no es fácil hablar de ello y, mucho menos, reconocerlo.
La psicóloga Sara Tarrés, conocida por su blog Mamá Psicóloga Infantil, acaba de publicar Mi hijo me cae mal (Plataforma Editorial) y reconoce que «esto se da con más frecuencia de lo que pensamos, pero pocas personas se atreven a manifestarlo abiertamente».
Entre los motivos por los que los hijos nos pueden caer mal, Sara Tarrés apunta «la idealización de la maternidad, la presión de la sociedad para ser una madre perfecta, rodeada de hijos ideales, el comportamiento de nuestros hijos, que a veces nos supera, y la propia adolescencia, que es un punto y a parte».
¿Por qué me pueden caer mal mis hijos?
Estas son algunas de las razones que hay detrás de este sentimiento y cómo manejarlo de manera constructiva.
1. Expectativas y desilusiones
Una de las principales razones por las que un hijo puede caernos mal es cuando nuestras expectativas no se cumplen. Los padres pueden tener sueños y aspiraciones para sus hijos, y cuando estos no se materializan, puede surgir la frustración. Sara Tarrés afirma que «no existen las supermadres, pero tampoco los superhijos. No son unicornios o quimeras. Aceptar la no perfección no nos hace ser peores madres, ni peores personas».
Es importante recordar que los hijos son individuos con sus propias metas y deseos. Aceptar sus elecciones y no imponer nuestras expectativas es crucial para mantener una relación armoniosa.
2. Diferencias de personalidad
Cada persona es única, y esto se aplica a los hijos y sus padres. Las diferencias de personalidad, intereses y valores pueden llevar a conflictos o a sentir que un hijo no es «afín» a nosotros. «A pesar de las rotundas negaciones por parte de los padres y demás familiares -reconoce la psicóloga Sara Tarrés-, los estudios realizados sobre los hijos favoritos informan de que , aproximadamente, entre un 65% y un 70% de los padres muestran preferencia por alguno de sus retoños. Así pues aunque muchos se resistan a aceptarlo y el favoritismo sea un gran tabú de la crianza (aunque menos mal visto que el hecho de que una de nuestras criaturas nos caiga mal), es un sentimiento más extendido y más frecuente de lo que pensamos».
Sin embargo, estas diferencias son una parte natural de la vida. En lugar de rechazarlas, es fundamental aprender a comprender y aceptar a nuestros hijos tal como son.
3. Etapas de desarrollo
Las etapas de desarrollo de un hijo pueden llevar a comportamientos desafiantes. La adolescencia, por ejemplo, es una etapa conocida por los cambios emocionales y la búsqueda de independencia. Esto puede dar lugar a conflictos y tensiones en la relación.
En este sentido, Sara Tarrés reconoce que «la adolescencia es un punto y aparte… una gran nube negra que va cubriendo nuestras mentes y nos pone inmediatamente a la defensiva, incluso mucho antes de que esta estapa llegue imppidiendo ver a la persona en la que se está convirtiendo nuestro hijo o hija». Es importante reconocer que estas fases son temporales y que la paciencia es clave para superarlas.
Cómo manejar la situación de una forma constructiva
Si hemos sido capaces de reconocerlo, ahora es importante tender puentes para cerrar esta brecha que puede crear innumerables tensiones en casa. Estas son algunas de las cosas que podemos hacer:
1. Comunicación y resolución de conflictos
Cuando un hijo nos cae mal, es esencial abordar el problema a través de la comunicación abierta y honesta. Escuchar a nuestros hijos, expresar nuestros sentimientos y preocupaciones de manera respetuosa y buscar soluciones juntos puede ayudar a resolver malentendidos y conflictos.
2. Autoevaluación y apoyo profesional
A veces, los sentimientos negativos hacia un hijo pueden ser un reflejo de problemas personales no resueltos. La autoevaluación y la búsqueda de apoyo profesional, como la terapia familiar, pueden ser útiles para comprender y abordar estos sentimientos.
3. Aceptación y amor incondicional
A pesar de las dificultades, es esencial recordar que el amor de un padre hacia un hijo es incondicional. Incluso cuando un hijo nos cae mal en un momento dado, el amor y el apoyo deben prevalecer. Trabajar en la aceptación y el entendimiento mutuo puede fortalecer la relación familiar.
La relación entre padres e hijos puede ser un reto en ocasiones, y es normal experimentar sentimientos negativos hacia un hijo en ciertas situaciones. Sin embargo, comprender las razones detrás de estos sentimientos y abordarlos de manera constructiva es esencial para mantener una relación saludable. La comunicación abierta, el apoyo emocional y la aceptación son las claves para superar estos desafíos y fortalecer el vínculo entre padres e hijos. Siempre, en última instancia, el amor incondicional y el respeto son la base de una relación familiar sólida.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Sara Tarrés. Psicóloga y fundadora del blog Mamá Psicóloga Infantil
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