Crecer supone afrontar muchos cambios. Desde dejar la cuna para dormir en una cama, pasando por el adiós a las escuelas infantiles y hola al colegio. Otro ejemplo es el cambio del pediatra por el médico. Si ya este especialista de salid dedicado a los niños ya causa sorpresa en ellos, el profesional que atiende a los adultos puede hacer más aterradoras las visitas al centro de salud.
Una buena transición del pediatra al médico ayudará a que los hijos se adapten a su nueva situación con celeridad. Un cambio que puede sorprender todavía más en aquellos niños con necesidades especiales o enfermedades crónicas que ya estén acostumbrados a la atención de un profesional en concreto con el que se ha creado un vínculo de confianza.
La correcta transición del pediatra al médico de familia
El primer paso que se debe dar es en el centro de salud. Tanto pediatra como médico de cabecera deben tener una buena comunicación entre ellos. Todo dato relativo a los niños ha de pasar de unas manos a otras permitiendo que el nuevo profesional que atenderá a los hijos cuente con toda la información necesaria para prestar una correcta atención.
Por otro lado los padres deben empezar a anunciar este cambio a sus hijos en los días previos. Un buen consejo es hacerle saber que dirán adiós a su pediatra habitual y que a partir de ahora será otro profesional quien se encargará de su bienestar. En aquellos casos donde se precise de una atención especial se aconseja presentar a paciente y especialista.
La transición de servicios de salud incluye el proceso de cambiar de un modelo de atención de salud para niños a uno de adultos, con o sin ser transferidos a un médico nuevo. Esto significa tener tiempo a solas con su médico, respetar su derecho a una consulta en confidencia y a aprender cómo cuidar de su salud por sí solos y de la mejor forma posible de acuerdo con sus capacidades.
Cuidar de la propia salud: un paso hacia la madurez
Otro de los puntos que se deben tener en cuenta a la hora de cambiar los servicios de pediatría por los del médico de cabecera es hacer saber a los hijos que también tienen que aprender a cuidar de su propia salud. Esto no quiere decir sólo que son ellos los que deben velar por su bienestar, también han de aprender a ser quienes se comuniquen con el especialista.
Esto pasa por hacer ver a los niños que no deben sentir vergüenza en comunicar al especialista todos sus síntomas o en hacerle preguntas sobre temas que no hayan comprendido con exactitud. Al mismo tiempo, los padres deben recordar a sus hijos que tienen que ser ellos los que deben seguir las indicaciones del médico y no esperar un constante recordatorio.
Ellos deben ser los que tomen la medicina, los que realicen todas las prácticas recomendadas por los profesionales. Una situación común entre los adolescentes es que éstos no sigan las indicaciones prestadas por los especialistas como síntoma de rebeldía y creyendo que no les pasará nada si dejan de lado estos consejos.
Damián Montero
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