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Vanesa Lorenzo: «Aceptar tus errores delante de tus hijos es maravilloso»

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A la modelo internacional Vanesa Lorenzo, la maternidad le cambió la vida. El nacimiento de sus dos hijas, Manuela y Martina, de 4 y 6 años, le hizo buscar nuevas herramientas para educar basadas en el amor y el respeto mutuo.

Con la publicación de su segundo libro Crecer juntos (Planeta), Vanesa Lorenzo ha querido compartir con las familias su filosofía educativa basada en la conexión, la cooperación entre padres e hijos y el respeto.

En sus páginas, escritas desde la calma y la serenidad, comparte su experiencia como madre con ejemplos y con la ayuda de la experta en disciplina positiva Angélica Joya, explica cómo educar a los niños de un modo muy diferente al tradicional.

La educación es un camino de aprendizaje constante

P. ¿Cómo pasa una diseñadora y modelo internacional al mundo de la educación a través de la disciplina positiva?
R. La maternidad me cambió la vida. La vida de modelo es una vida nómada, con horarios anárquicos* a la que tuve que renunciar al ser madre y aprender a tener rutinas porque los niños necesitan rutinas. Con la llega del bebé, el proceso no fue fácil pero me voy adaptando. Después, cuando los niños empiezan a florecer te das cuenta de que la maternidad y la paternidad es mucho más compleja de lo que parece. Hubo como un punto de inflexión cuando mi pequeña tenía dos años, los terribles 2 como se conoce, y la mayor tenía 4. Fue cuando empezaron los conflictos entre ellas. Las dos necesitan tener su espacio, su personalidad estaba floreciendo, me di cuenta de que no tengo herramientas y que necesitaba ayuda. Entonces, es cuando empiezo a leer libros sobre el desarrollo del niño, libros de psicología infantil… y me topo con un taller de disciplina positiva cerca de casa, un intensivo de 6 horas los fines de semana y pensé: lo probamos. Fuimos mi pareja y yo, y me encantó. Los conceptos de disciplina positiva no solo están muy alineados con mi filosofía de vida, con mis valores, con lo que yo deseo en la vida para mis hijas, sino que también era una forma muy práctica de llevarlos a casa y es ahí donde nació ese interés.

P. ¿Cómo ha transformado tu vida la maternidad y cuál es tu secreto para conciliar?
R. No hay ningún secreto. Cuando uno es padre o madre hay renuncias y no se puede todo. Ahora empiezo a ver la luz y a poder atenderme un poquito a mí misma porque mis hijas solo se llevan 2 años de diferencia y cuando han sido bebés me quedaba muy poco tiempo. Tengo la suerte de tener un trabajo que puedo organizar y adaptar a horarios, pero no es fácil. Hacemos lo que podemos, pero no hay secretos más allá de aceptar la situación como es e intentar llevarla de la mejor forma. Pero, sobre todo, hay que intentar no olvidarse de uno, porque nos cuesta mucho despegarnos de los niños, sobre todo cuando son bebés, y hay un momento que los niños tienen que entender que tú necesitas tu espacio. Ahora que son más mayores, que tienen 4 y 6 años, les pongo un tiempo para estar con ellas jugando, haciendo los deberes* porque los niños deben respetar nuestro espacio para que la convivencia sea buena para todas las partes.

P. ¿Qué es la disciplina positiva, y cuáles son los principios que te cautivaron de esta forma de educar?
R. La disciplina positiva se basa en el respeto, la conexión y el aliento. Tiene cuatro pilares importantes que son la pertenencia, la utilidad, el respeto mutuo y el aliento. La disciplina positiva entiende el respeto mutuo como algo compartido, es decir, tenemos que tratar a los niños con respeto, pero también es muy importante que los niños sepan tratar al adulto con respeto. La disciplina positiva contempla el respeto hacia el niño, hacia los padres y hacia la situación.

La disciplina positiva se aleja de los premios y los castigos porque es verdad que funcionan a corto plazo, pero no a largo plazo.

Debajo de un mal comportamiento siempre hay una necesidad y la disciplina positiva atiende a esa necesidad, requiere más implicación y es más a largo plazo. El aliento consiste en acompañar a tu hijo para que se sienta útil y entender que es lo que el niño puede aportar en el momento en el que se encuentra, ya que muchas veces pedimos cosas a los niños con edades que no tocan y tenemos que entender el proceso de desarrollo. No podemos decirle al niño «qué bien lo haces todo», se trata de darles aliento, pero con sentido común. El tema de pertenencia y de utilidad funciona de maravilla porque todo ser humano, según la disciplina positiva, necesita estar unido a un grupo y sentirse útil. Al niño le pasa lo mismo, cuando le haces partícipe en su hogar, por ejemplo, en la toma de decisiones de las tareas que hay que hacer a diario, vemos que no está obedeciendo, sino que se está implicando.

P. ¿Es fácil educar a los niños en la disciplina positiva? ¿Cómo desaprender el modelo de educación con el que hemos crecido?
R. Es importante que los padres estemos dispuestos a desaprender los patrones aprendidos en nuestra educación y para eso a mí me ayuda tener una mente muy flexible y observar a mis hijas. Me gusta ver la educación como una oportunidad, a pesar de que hay retos diarios que son frustrantes, sobre todo, cuando estamos agotados. Pero si cambias ese punto de vista, y ves la educación como una oportunidad para realmente hacerlo bien empieza por ti. Entonces tienes que estar dispuesto a cambiar y a mirar las cosas desde otro prisma.

P. Los niños no son obedientes por naturaleza, ¿cómo podemos resolver las tensiones que esto genera en casa en la relación con nuestros hijos?
R. La obediencia requiere de una prevención. A ninguno nos gusta obedecer. Si a un adulto ya no gusta obedecer órdenes a un niño tampoco le va a gustar. Cambiar esa forma de relacionarnos con nuestros hijos funciona muy bien.

Tenemos que evitar dar órdenes a los niños.

Y a medida que van creciendo, tenemos que evitar el continuar repitiéndole lo que debe hacer. A veces, solo una palabra es suficiente para recordar lo que tienen que hacer, sin tener que repetir siempre lo mismo.

P. ¿Por qué es necesario poner límites y normas a los niños, hablar de pactos y rutinas?
R. Todos funcionamos mucho mejor cuando tenemos límites y en un orden. Es necesario que los niños lo entiendan, pero lo más importante es que esos límites tengan en cuenta las necesidades del niño. Venimos de unos patrones educativos donde parecía que lo que sintiera el niño no era tan importante, porque «hay unos límites y hay que aceptarlos», pero hay que tener en cuenta el respeto en este asunto.

P. ¿Crees que la disciplina positiva pone a los niños de nuestro lado al cambiar la manera de comunicarnos con ellos? ¿Cómo crees que debe ser la comunicación con nuestros hijos?
R. Lo que hago para que mis hijas aprendan a ser empáticas y ponerlas de nuestro lado es explicarles lo que a mí me sucede. Si yo tengo rabia en un momento dado y lo estoy pasando mal, yo se lo explico. Y esa rabia o ese estrés me ha llevado a un límite en el que yo he acabado con malas formas y le he gritado, yo le pido perdón y le digo: «yo también me pongo nerviosa, ahora necesito mi espacio y te pido perdón». Al final, aceptar los errores delante de tus hijos es maravilloso porque lo que queremos es unos hijos que también acepten sus errores y lo mejor es enseñarles con el ejemplo. Si tú nunca te equivocas y nunca muestras que te has equivocado y que se puede rectificar y pedir perdón, ¿cómo pretendes que tu hijo lo vaya a hacer? Es imposible.

P. ¿Qué debemos hacer cuando los niños tienen una rabieta?
R. En el taller al que asistí, la psicóloga puso un ejemplo maravilloso para entender también cómo funciona el cerebro del niño cuando está en una rabieta. Imaginemos que el cerebro del niño es tu mano. Cuando está en una rabieta, la mano está abierta con los dedos extendidos y de la palma sale el leoncillo. Cuando uno está en ese estado es muy difícil conectar con el niño porque está pasando por un momento complicado de rabia, de frustración. Con mi hija me ayuda dejar pasar esa rabieta, atendiendo a que físicamente no se haga daño, y casi sin hablar tener un acercamiento físico de cariño y de amor, porque el niño lo está pasando peor que tú. A veces, los gestos emocionales y de cariño tienen tanta fuerza, que puedes reconducir una emoción.

Luego cuando el niño está calmado, podemos volver a atrás y preguntarle «qué te ha pasado».

Lo más importante es que el niño no se sienta juzgado con ese mal comportamiento. En la vida nos vamos a sentir muchas veces mal, querer evitar que el niño tenga esas emociones no es lo recomendable, hay que enseñarles cómo gestionar bien esas emociones.

P. ¿Qué es la respuesta no verbal en la disciplina positiva?
R. Para entender lo que es la respuesta no verbal, voy a poner un ejemplo: si vamos en el coche y los niños no se quieren poner el cinturón de seguridad, que es una guerra constante, y ya se lo hemos dicho y el niño sabe perfectamente que se lo tiene que poner y que no se lo ha puesto, aparcas el coche y hasta que no se lo ha puesto no pones de nuevo el coche en marcha. Requiere que los padres estemos en calma, de no ir con prisas* por eso la educación tiene mucho que ver con la prevención y requiere un esfuerzo importante por parte de los padres.

P. ¿Qué les suele pasar a los niños cuando no quieren comer? ¿Por qué crees que es importante restarle importancia?
R. Normalmente, el tema de la comida nos preocupa mucho a los padres y nos cuesta relajarnos en esa área, pero el mensaje que le estamos dando al niño es que es tan importante que es muy fácil caer en una guerra de poder. Los niños se dan cuenta de que en este tema ellos pueden tomar decisiones y tener voz. Si no le damos tanta importancia a la comida, el niño no se la dará tanto.

La guerra con la comida es una lucha de poder

La guerra con la comida es una lucha de poder y en este tema, las dos partes siempre pierden, sobre todo, cuando se asocian momentos de tensión siempre a la comida. Hay que dejar que el niño se relacione con la comida de una forma amable, respetando sus tiempos. Entendemos que el niño necesita mucho más desarrollo para poder verbalizar y tener más léxico, para poder gatear, caminar y finalmente correr* que para comer. Con la comida pasamos de la lactancia a querer que se coman todo lo que hay en el plato. Cada cuerpo es un mundo y solemos pensar que la cantidad de comida que hemos puesto en el plato equivale al hambre que tiene el niño, pero eso no es así. Sin embargo, los niños saben conectarse con su cuerpo y autorregularse. Debemos hacerle estas preguntas: ¿no tienes más hambre o es que no te gusta? Cuando el niño entienda que no es una guerra estará mucho más cómodo para expresar que no le apetece o que no tiene más hambre porque sabe que no habrá una reacción negativa por nuestra parte sea cual sea la respuesta del niño.

Marisol Nuevo Espín

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